El Papa Benedicto XVI señaló durante el rezo del Ángelus dominical que ante la pregunta de si “es posible vivir la alegría cristiana” en nuestros días, la respuesta la dan “con su vida, hombres y mujeres de toda edad y condición social, felices de consagrar su vida a los otros” que aman como Cristo ama; evitando caer en la dinámica del mundo que pregona “la búsqueda del placer a cualquier costo”.

Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI recordó que en este tercer Domingo de Adviento, llamado Domingo de “Gaudete”, la Iglesia invita a vivir la alegría con las palabras de San Pablo en la Carta a los Filipenses: “Gaudete in Domino semperAlégrense en el Señor siempre”.

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“El Apóstol exhorta a los cristianos a alegrarse porque la venida del Señor, es decir, su retorno glorioso, es seguro y no tardará –prosiguió el Papa–. La Iglesia hace propia esta invitación, mientras se prepara a celebrar la Navidad y dirige su mirada siempre a Belén. En efecto, aguardamos con esperaza cierta la segunda venida de Cristo, porque hemos conocido la primera”.

Tras precisar que el “misterio de Belén nos revela al Dios-con-nosotros, el Dios que está cerca de nosotros, no solamente en el sentido espacial y temporal”, el Pontífice subrayó que en efecto “Dios está cerca porque se ha ‘casado’, por así decirlo, con nuestra humanidad: ha tomado en sí nuestra condición, eligiendo ser en todo como nosotros, menos en el pecado, para hacernos llegar a ser como Él”.

“La alegría cristiana entonces se sostiene en esta certeza. Dios está cerca, está conmigo, en la alegría y el dolor, en la salud y la enfermedad, como amigo y esposo fiel. Y esta alegría permanece en la prueba, en el mismo sufrimiento, y no se queda solo en la superficie, sino que está en el fondo de la persona que a Dios se confía y en Él confía”.

Como ejemplo de esta alegría cristiana en medio de las pruebas, Benedicto XVI destacó la figura de la Beata Teresa de Calcuta, quien “vivía cotidianamente en contacto con la miseria, la degradación humana, la muerte. Su alma ha conocido la prueba de la noche oscura de la fe, y a pesar de ello siempre tuvo para todos la sonrisa de Dios”.

Luego de señalar que, entonces, “la alegría entra en el corazón de quien se pone al servicio de los pequeños y los pobres”, el Papa advirtió del peligro de hacer de la “felicidad un ídolo”. Quien hace esto, recuerda “se equivoca de camino y es muy difícil encontrar entonces la alegría de la que habla Jesús”.

“Y esta, con frecuencia, es la propuesta de la cultura que pone la felicidad individual en el lugar de Dios, mentalidad que encuentra un efecto emblemático en la búsqueda del placer a cualquier costo, en el sumergirse en las drogas como fuga, como refugio en paraísos artificiales, que se revelan luego totalmente ilusorios”, alertó el Santo Padre.