El Papa Benedicto XVI recordó que la ayuda a los hermanos comienza con cada uno de nosotros, por lo que es tarea de los cristianos "difundir la lógica y el estilo de la auténtica solidaridad", durante el rezo del Ángelus dominical esta mañana en su residencia en Castelgandolfo.
En su habitual alocución previa a la oración mariana, el Santo Padre se refirió al Evangelio de hoy, en el que “Lucas presenta la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro. El rico representa el uso inicuo de las riquezas de parte de quien la posee para un uso desenfrenado y egoísta, pensando solamente en satisfacerse a sí mismo, sin compadecerse del mendigo que está a su puerta”.
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“Por su parte, el pobre representa a la persona de la que Dios se apiada: a diferencia del rico, tiene un nombre, Lázaro, abreviación de Eleazaro, que significa: ‘Dios lo ayuda’. Quien es olvidado por todos, Dios no lo olvida, quien no vale nada a los ojos de los hombres, es precioso a los del Señor”.
En este relato, prosigue el Papa, se “muestra como la iniquidad terrena es superada por la justicia divina: después de la muerte, Lázaro es acogido ‘en el seno de Abraham’, es decir en la beatitud eterna, mientras que el rico termina ‘en el infierno entre tormentas’”. Así, dice el Santo Padre, el hombre llega a “un nuevo estado de cosas inapelable y definitivo, que debe obtenerse durante la vida ya que hacerlo después de ella no sirve de nada”.
Benedicto XVI recordó luego la encíclica Popolorum progressio del Papa Pablo VI en la que el fallecido Pontífice decía, hablando de la lucha contra el hambre en el mundo que “se trata de construir un mundo en el que cada hombre pueda vivir una vida plenamente humana en donde el pobre Lázaro pueda sentarse en la misma mesa del rico”.
Seguidamente, Benedicto XVI dirigió su pensamiento especialmente a “los países de África subsahariana, afectados en los últimos días por graves inundaciones”, sin olvidar “tantas otras situaciones de emergencia humanitaria en diversas regiones del planeta, en las cuales los conflictos por el poder político y económico han agravado la realidad de los problemas existentes”.
“El llamado entonces de la voz de Pablo VI: ‘Los pueblos del hambre interpelan de manera dramática a los pueblos de la opulencia’, conserva hoy toda su urgencia. No podemos decir que no conocemos la manera para cubrirla: tenemos la ley y los profetas, nos dice Jesús en el Evangelio. Quien no quiere escucharlos, no cambiaría ni siquiera porque alguno de los muertos volviera a amonestarlo”, precisó.
hacernos más atentos a los hermanos