Esta mañana el Papa Benedicto XVI recibió en el Palacio Apostólico de Castelgandolfo a los participantes de la reunión de Obispos recientemente nombrados y los exhortó a ser hombres de oración que reserven el primer lugar de su vida a Dios.

“¡Sed hombres de oración! La fecundidad espiritual del ministerio del Obispo depende de la intensidad de su unión con el Señor. Es de la oración que un Obispo debe tomar luz, fuerza y consuelo en su actividad pastoral”, dijo el Papa a los prelados reunidos en su residencia de verano.

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El Papa recordó en esta ocasión a los obispos que “no están solos en la guía de la Iglesia de Dios, sino que tenéis, junto a la ayuda de la gracia, el apoyo del Papa y el de vuestros hermanos”.

Deteniéndose en la dimensión apostólica del episcopado, el Santo Padre afirmó que los presentes están “llamados sobre todo a estar con Cristo, para conocerlo más profundamente y ser partícipes de su misterio de amor y de su relación plena de confianza con el Padre”.

“En la oración íntima y personal, el Obispo es llamado a crecer en el espíritu filial hacia Dios, aprendiendo de Jesús mismo la cercanía, la confianza y la fidelidad, actitudes propias en la relación con el Padre”.

También reconoció que si bien hoy en día “en el ministerio de un Obispo los aspectos organizativos son absorbentes, múltiples los compromisos, tantas las necesidades, el primer lugar en la vida de un sucesor de los Apóstoles debe estar reservado a Dios”.

Asimismo recordó a sus “queridos hermanos” conservar en su oración “un particular lugar para vuestros sacerdotes, para que siempre sean perseverantes en la vocación y fieles a la misión presbiteral... Igualmente no debe faltar jamás en la oración del Obispo la súplica por las nuevas vocaciones”.

Más adelante los exhortó a “crear lugares y ocasiones de oración, donde el silencio, en la escucha de Dios mediante la lectio divina, en la oración personal y comunitaria, el hombre puede encontrar a Dios y tener la experiencia viva de Jesucristo que revela el auténtico rostro del Padre”.

Finalmente dijo: “En el dirigiros a Dios por vosotros y por vuestros fieles, tened la confianza de hijos, la audacia del amigo, la perseverancia de Abraham. Como Moisés tened las manos alzadas hacia el cielo. Como María sabed cada día alabar a Dios por la salvación que Él realiza en la Iglesia y en el mundo, convencidos que nada es imposible a Dios”.