Durante la Audiencia general de este miércoles en el Aula Pablo VI, donde abordó nuevamente la figura de Gregorio Nacianceno, el Papa Benedicto XVI señaló que es tarea del cristiano descubrir la grandeza de la propia vida.
El Pontífice señaló su deseo de “completar este retrato de un gran maestro” recogiendo “algunas de sus enseñanzas”; y destacó que “puso al servicio de Dios y de la Iglesia su talento de escritor y de orador”.
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El Santo Padre recordó que este Padre de la Iglesia, de alma serena “trató siempre de hacer la obra de la paz en la Iglesia de su tiempo, lacerada por discordias y herejías. Con audacia evangélica se esforzó por superar su propia timidez para proclamar la verdad de la fe”. “Gregorio –prosiguió– hizo resplandecer la luz de la Trinidad, defendiendo la fe proclamada en el Concilio de Nicea: un solo Dios en tres Personas iguales y distintas: Padre, Hijo y Espiritu Santo”.
Benedicto XVI recordó también que Gregorio “puso en gran relieve la plena humanidad de Cristo: para redimir al hombre en su totalidad de cuerpo, alma y espíritu, Cristo asumió todos los componentes de la naturaleza humana, de otra forma el hombre no habría sido salvado”.
“Contra la herejía de Apolinario, que sostenía que Jesucristo no había asumido un alma racional, Gregorio enfrenta el problema a la luz del misterio de la salvación: ‘lo que no ha sido asumido, no ha sido sanado’”, dijo el Papa; y agregó que “era precisamente nuestro intelecto, nuestra razón la que tenía necesidad de la relación, del encuentro con Dios en Cristo. Volviéndose hombre, Cristo nos ha dado la posibilidad de convertirnos como Él”.
Por tanto “María, que le ha dado la naturaleza humana a Cristo, es verdadera Madre de Dios, y en vistas a su altísima misión ha sido ‘pre-purificada’ (casi un lejano preludio del dogma de la Inmaculada Concepción). María es propuesta como modelo a los cristianos, sobre todo a las vírgenes, y como socorro a ser invocado en la necesidad”.
El Santo Padre destacó luego que Gregorio nos recuerda que, como personas humanas, "debemos ser solidarios los unos con los otros” y que “debe imitar la bondad y el amor de Dios”.
“Gregorio nos enseña sobre todo la importancia y la necesidad de la oración... en la oración debemos dirigir nuestro corazón a Dios, para presentarnos a Él como ofrenda que debe ser purificada y transformada. En la oración nosotros vemos todo a la luz de Cristo, dejamos caer nuestras máscaras y nos sumergimos en la verdad y en la escucha de Dios, alimentando el fuego del amor.
Gregorio, concluyó el Papa, "ha sentido la necesidad de acercarse a Dios para superar el cansancio del propio yo. Ha experimentado la valentía del alma, la vivacidad de un espíritu sensible y la inestabilidad de la felicidad efímera. Para él, en el drama de una vida en la que pesaba la conciencia de la propia debilidad y de la propia miseria, la experiencia del amor de Dios ha sido siempre prioritaria. Tienes una tarea oh alma –nos dice Gregorio también a nosotros–, la tarea de encontrar la verdadera luz, de encontrar la verdadera grandeza de tu vida. Y tu vida es encontrarse con Dios, que tiene sed de nuestra sed”.