El P. Giancarlo Bossi, liberado ayer tras 39 días de secuestro, afirmó que nunca perdió “la tranquilidad y esto se lo agradezco verdaderamente al Señor que me ha mantenido sereno y tranquilo frente a todo lo que estaba sucediendo”.
Así lo indicó el sacerdote en entrevista concedida a Radio Vaticano, en donde relató que “estoy bien. He perdido un poco de peso, pero por lo demás todo está bien”. “Ha sido una experiencia que no le deseo a nadie porque es muy dura. De otro lado, estoy comprendiendo poco a poco lo que tantas cosas enseñan. Creo que tendré tiempo en estos meses para reflexionar sobre todo esto que ha pasado”, explicó.
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“Gracias al cielo nunca me sentí desalentado, gracias a la experiencia del Padre Benedetto, secuestrado y luego liberado, y a la del Padre Giuseppe Pierantoni, también secuestrado y luego liberado. Por eso, mi corazón estaba en paz y me decía a mí mismo: ‘Yo también seré liberado un día’”, narró el P. Bossi.
Al comentar sobre las conversaciones que tenía con sus secuestradores mientras lo tuvieron capturado, el presbítero dijo que ellos “rezaban y yo rezaba. Una de las preguntas que les hacía y que me hacía a mí mismo era: ‘¿Estamos rezando al mismo Dios o es un Dios distinto, dado que ustedes rezan con el fusil a la derecha y conmigo secuestrado a la izquierda? ¿Es el mismo Dio quien quiere todas estas cosas o qué cosas?’ Algunas preguntas todavía están dentro de mí y debo profundizar en todo el sentido que tienen”.
“Ellos querían dinero para comprar armas. El motivo para secuestrarme es que yo soy italiano, por lo tanto, no siendo filipino, el gobierno habría de buscar mi liberación de todos modos”, indicó el sacerdote misionero al referirse a las razones del secuestro.
El P. Giancarlo Bossi también agradeció “de corazón la oración del Papa y del P. Gianni, el Superior, de las que era informado brevemente todos los días. Debo agradecerlo porque cada día mi alegría aumentaba un poco más. Hace falta agradecer a toda esta gente que ha rezado por mí. Una de las cosas de esta experiencia es que en el tiempo que tenía libre, que era abundante, pensaba en mi vida, en todas las personas que he encontrado alguna vez, en los rostros de mis amigos, de los que están vivos y también de los que ya partieron. Creo que esto era muy bello”.
“Esta experiencia me ha hecho entender que estamos todavía muy lejos de reconocernos como hermanos. Espero y creo que llegará el día en que reconoceremos juntos que somos todos hijos del mismo Padre que es Dios, y que somos por lo tanto hermanos y hermanas”, concluyó el sacerdote.
Habla su superiorPor su parte, el Superior General del Pontificio Instituto Misionero Estere (PIME), P. Giambattista Zanchi, agradeció “al Señor porque ha escuchado la oración de muchos cristianos y no cristianos. Durante este tiempo, hemos tenido momentos de viva preocupación”.
“Ante estas experiencias –y ya las hemos tenido en otros países, también en guerra– todos nos dicen que es propio de los misioneros que quieren quedarse, que no quieren volver incluso cuando son invitados a dejar su puesto porque puede ser riesgoso”, explicó.
Vamos y estamos en las manos de Dios