El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, señaló que el reciente Decálogo de los Conductores publicado por la Santa Sede no es una broma y explicó "la dimensión moral de los accidentes de tránsito".
En su reflexión semanal en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (Canal 9), Mons. Aguer abordó las orientaciones pastorales para la carretera publicadas por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes y recordó "la importancia de tomar conciencia acerca de lo que implica, como riesgo propio y ajeno, conducir un automóvil" dado que "no es una actividad indiferente, sino que tiene una dimensión precisamente moral".
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"Existe una norma para el tránsito, una norma de carácter moral, y que es el código, las ordenanzas, las disposiciones que tienen vigencia en un lugar determinado acerca de cómo debe regularse la circulación. Éstas deben ser aceptadas y cumplidas como un deber moral", indicó.
Según el Arzobispo, en el documento vaticano "se promulga un ‘decálogo de los conductores’ donde se comienza por el precepto bíblico ‘no matarás’" pues "se advierte que la situación actual del tránsito de todo el mundo produce incesantemente muertes".
El texto "recuerda las condiciones físicas y psicológicas necesarias para sentarse al volante"; que "el coche no es expresión de poder o dominio, no debe ser una crispada ostentación de omnipotencia, que hasta puede ser una ocasión de pecado"; que se habla "de la cortesía, la corrección, la prudencia y la caridad para tutelar a los mas débiles"; y "se menciona la responsabilidad sobre los otros, que es algo característico de la caridad cristiana, pero que antes tiene una base elemental de humanidad".
"Algunos periodistas tomaron en broma este documento y hasta lo calificaron de ‘curioso’. Como si no fuera propio de los pastores de la Iglesia preocuparse por este asunto que implica un problema moral", lamentó y expresó su esperanza en que "este Decálogo sea escuchado, sea atendido, y que estas actitudes que aquí se promueven puedan ir configurando la personalidad de todos aquellos que tienen algo que ver con el tránsito".
Mons Aguer sostuvo que el texto vaticano "nos sugiere promover el encuentro, y un encuentro de perdón, entre el victimario y la víctima" planteando así "un rasgo esencialmente cristiano".
"En suma, este Decálogo para los Conductores constituye una especie de código de humanidad. Parece mentira, pero el salvajismo es tan grande en nuestras metrópolis contemporáneas y en estas rutas en las que se puede ir a altísimas velocidades que es necesario volver a aquellas actitudes humanas elementales, propias de toda persona humana", indicó.