Al recibir este viernes a los participantes de la Asamblea General de Caritas Internationalis, el Papa Benedicto XVI destacó que la caridad que realizan las organizaciones de la Iglesia debe siempre partir de Jesucristo.
El Pontífice recibió a los delegados mundiales de la Confederación de Caritas encabezados por el Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, S.D.B., Arzobispo de Tegucigalpa (Honduras), elegido en Roma como nuevo Presidente del organismo.
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Tras recordar que la Confederación agrupa actualmente a más de 150 organizaciones nacionales y que el Siervo de Dios Juan Pablo II confirió en 2004 personalidad jurídica pública y canónica a Caritas Internationalis, el Pontífice señaló que “esto significa que vuestra Confederación no trabaja simplemente en nombre de la Iglesia, sino que es realmente una parte de la Iglesia” y como muestra del “apoyo de la Santa Sede” a su labor, está guiada por el Pontificio Consejo "Cor Unum".
El Santo Padre subrayó que la misión de Caritas Internationalis es “cooperar en la misión de la Iglesia de difundir por todo el mundo el amor de Dios”.
“La caridad –continuó el Papa– tiene que ser comprendida a la luz de Dios, que es ‘caritas’: ‘Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito’. De este modo vemos que el amor halla su pleno cumplimiento en el don de sí mismo. Esto es lo que Caritas Internationalis trata de realizar en el mundo. El corazón de Caritas es el sacrificio amoroso de Cristo, y toda forma de caridad individual y organizada en la Iglesia debe encontrar siempre su punto de referencia en Él, la fuente de la caridad".
El Papa Benedicto XVI destacó que “esta visión teológica tiene implicaciones prácticas para el mundo de las organizaciones caritativas”.
“La primera es que todo acto de caridad debe inspirarse en una experiencia personal de fe, que lleve a descubrir que Dios es Amor”. “Solo cuando la actividad caritativa asume la forma de un donarse como Cristo, se convierte en un gesto auténtico digno de la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios”, agregó.
La segunda implicación es “que el amor de Dios se ofrece a todos, de ahí que la caridad de la Iglesia también tenga alcance universal, y por tanto, tiene que incluir el compromiso a la justicia social”.
“Por este motivo –añadió–, no se pueden afrontar y superar los grandes desafíos actuales, como la globalización, la falta de respeto de los derechos humanos, las estructuras sociales injustas, si no se centra la atención en las necesidades más profundas de la persona humana: la promoción de la dignidad humana, el bienestar y en último término, la salvación eterna”.