El Arzobispo de Mérida, Mons. Baltazar Porras Cardozo, advirtió que “el más flaco servicio que se puede hacer a las buenas causas (como la indígena), es ideologizarlas”, y que ha sido la Iglesia Católica durante el virreinato y la república la que ha trabajado “de mil formas” por protegerlos y promoverlos.
A través de un artículo, el Prelado criticó el “indigenismo idílico” que desde ciertos sectores se quiere promover y que afirman que antes de la llegada de los europeos los pobladores del continente americano eran personas pacíficas y sin maldad.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
“Los aztecas, los incas y los caribes no eran defensores de los derechos humanos de sus súbditos ni se partían el pecho para que los demás vivieran mejor. Eran los imperialistas y conquistadores del momento” que no respetaban la cultura de los más débiles, recordó el Arzobispo.
Explicó que si Hernán Cortés y Francisco Pizarro, en México y Perú respectivamente, tuvieron éxito, no fue exclusivamente por la superioridad de sus huestes, sino porque los pueblos que estaban dominados por los caribes, incas y aztecas, los vieron “en buena parte como los liberadores de los opresores”.
“Esto no quiere decir que los que llegaron fueran hijos de la Madre Teresa de Calcuta”, advirtió. Mons. Porras dijo que “si la vida posterior del continente fue mejor o peor que la anterior es un tema abierto a los fautores de las leyendas dorada y negra. Ninguna de las dos tiene razón. No existen ángeles y demonios. Todos los seres humanos llevan en sí el germen de la buena y la mala semilla”.
Asimismo, afirmó que la defensa de los pueblos originarios no nace con los movimientos indigenistas, que hoy se yerguen como “los defensores”; sino que la Iglesia, a lo largo de la historia ha trabajado de mil formas por su causa. “Sus métodos respondieron a los condicionamientos de los tiempos. Unos fueron magníficos, otros discutibles y no faltaron errores y malentendidos. El balance está a la vista y su calificación debe superar el obstáculo de los prejuicios”, expresó.
Si bien destacó que se den leyes a favor de los aborígenes, advirtió que esto no es suficiente porque lo que necesitan es acceder “a las posibilidades de una vida digna y una calidad de existencia acorde con los tiempos que corren”. Indicó que “respetar y potenciar sus culturas originarias no puede ser mantenerlos como objetos de museo o zoológico, sin que aprovechen lo que otras culturas han desarrollado”.
“Nunca como ahora se ha visto a numerosos indígenas deambular por las calles de nuestras ciudades. Fueron recogidos y llevados de nuevo a sus lugares de origen. ¿Viven ahora mejor? O son sólo banderas para reclamarle a otros, lo que ahora es responsabilidad de quienes tienen la obligación de una mejor existencia para los pueblos a ellos confiados. Esa es la verdadera pregunta y el auténtico termómetro de un indigenismo que promocione y revitalice a nuestros hermanos indígenas”, expresó.