Uno de los representantes más conocidos de la teología de la liberación, el fraile dominico brasileño Alberto Libanio Christo, “Frei Betto”, ha propuesto despenalizar el aborto en la región y considera que la defensa de la vida solo tendría sentido en un mundo ideal.
La agencia ALAI publicó la columna “Aborto: Por una legislación en defensa de la vida” de su autoría en la que lamenta “las dificultades que la Iglesia Católica impone” a la discusión sobre el aborto y aunque dice ser “contrario al aborto, admito su despenalización en ciertos casos y soy favorable al más amplio debate pues se trata de un problema real y grave que afecta a la vida de miles de personas y deja secuelas físicas, síquicas y morales”.
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Frei Betto, vinculado al grupo de presión de teólogos de la liberación “Amerindia”, sostiene contra las enseñanzas de la Iglesia que la oposición católica al aborto “permanece abierta” pues “a lo largo de la historia la Iglesia nunca llegó a una postura unánime y definitiva. Osciló entre condenarlo radicalmente o admitirlo en ciertas fases de la gestación” y sostiene que “hasta hoy ni la ciencia ni la teología tienen la respuesta exacta” sobre “en qué momento el feto puede ser considerado ser humano”.
Dejando de lado las enseñanzas del Código de Derecho Canónico, el Catecismo de la Iglesia y la Encíclica Evangelium Vitae, el fraile basa sus afirmaciones en los escritos de polémicos teólogos y moralistas como Bernhard Haering y el obispo francés Duchene, desautorizados por la Santa Sede.
Asumiendo las enseñanzas de la Santa Sede como una opinión más, Frei Betto sostiene que “Roma está contra la despenalización del aborto basándose en el principio de que no se puede legalizar algo que es ilegítimo e inmoral: la supresión voluntaria de una vida humana. Sin embargo la historia demuestra que no siempre la Iglesia lo aplicó con el mismo rigor a otras esferas, pues defiende la legitimidad de la ‘guerra justa’ y de la revolución popular en caso de tiranía prolongada e inamovible por otros medios (Populorum Progressio). Se trata del principio tomista del mal menor. Y en muchos países la Iglesia aprobó la pena de muerte para los criminales”.
El teólogo liberacionista pide encarar los motivos que llevan a una mujer al aborto y aunque dice compartir la “opinión” de que “desde la fecundación ya hay una vida con destino humano” pide que el debate no llegue “al moralismo intolerante, que ignora el drama de mujeres que optan por el aborto por razones que no son de mero egoísmo o conveniencia social”.
“Se trata de mujeres muy pobres que, objetiva y subjetivamente, no tienen condiciones para hacerse cargo del hijo; de prostitutas que dependen de sus cuerpos para sobrevivir y dar de comer a quienes dependen de ellas; de parejas que se enfrentan a un embarazo imprevisto que podría desestabilizar su vida conyugal y familiar; de mujeres mentalmente enfermas, incapacitadas para cuidar de una criatura; o que se embarazan involuntariamente después de los 40 años, cuando aumenta la posibilidad de que nazca un hijo con deficiencias”, arguye el sacerdote.
Asimismo, apoya el viejo argumento de que es necesario despenalizar el aborto para evitar su práctica clandestina y plantea que la legalización del aborto sería “una legislación a favor de la vida” que “haría surgir este problema humano de entre las sombras para ser tratado adecuadamente a la luz del derecho, de la moral y de la responsabilidad social del poder público”.
Frei Betto llama “moralistas” a quienes promueven la defensa de la vida y sostiene que si ellos “estuvieran sinceramente contra el aborto lucharían para que no se hiciera necesario y todos pudiesen nacer en condiciones sociales seguras. Pero resulta más cómodo exigir que se mantenga la penalización del aborto”.