El Arzobispo de Valencia, Mons. Agustín García-Gasco, afirmó que la acción política, como todo acto humano, “no está exenta ni al margen del orden moral”, y recordó que la legitimidad política ganada en unas elecciones “no justifica actuar contra los principios de la ley natural, base de la estabilidad social y de la convivencia”.
En su carta semanal titulada “Los criterios morales fortalecen la democracia”, el Prelado indicó que las próximas elecciones autónomas son una oportunidad para “reafirmar las excelencias del sistema democrático”, pero advirtió que ni la referencia a ella ni sus instituciones están inmunes a “la corrupción política o de actuaciones de totalitarismo solapado o disfrazado”.
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“Cada sociedad y cada grupo tiene derecho a exigir que el poder se comporte conforme a criterios éticos y morales superiores a la mera voluntad de quien cree que conseguir la mitad más uno de los votos equivale a una especie de patente de corso, para hacer lo que le venga en gana”, afirmó.
El Arzobispo explicó que “la verdadera democracia” se opone a aquellos grupos que por detentar temporalmente el poder, creen que pueden determinar “en qué consiste el bien y el mal”. “La ley moral natural es anterior al Estado”, recordó.
“Las decisiones políticas son decisiones humanas, y como tales pueden ser criticadas y juzgadas moralmente en relación con los valores y los criterios morales que toda persona reconoce en el fondo de su conciencia”, afirmó.
En ese sentido, Mons. García-Gasco indicó que la responsabilidad política llama a valorar cuál de todas las ofertas electorales tiene “más aprecio por la dimensión moral de la vida”. “Benedicto XVI nos advierte de los riesgos del relativismo que acaba disolviendo valores superiores como la vida o la propia libertad”, señaló.
Por ello, el Prelado exhortó a los feligreses a no olvidar, al momento de votar, cuestiones fundamentales como el derecho a la vida “de los concebidos y no nacidos, de los ancianos y enfermos crónicos”; la protección de la familia y el matrimonio, la educación moral, entre otros.
“La auténtica democracia necesita ciudadanos fuertes a la hora de responder de sus obligaciones morales y de entregarse generosamente a la defensa del verdadero bien humano. Acudir a las urnas con un voto meditado es una forma de trabajar por el bien de toda la sociedad, caracterizado por la justicia, la libertad, la solidaridad fraterna y la paz”, concluyó.