En un mensaje que ha dirigido a la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, que hoy clausura su sesión plenaria, el Papa Benedicto XVI señala que el reconocimiento de la inviolabilidad de la dignidad de cada persona es condición indispensable para lograr la justicia en el mundo.
“Sin el reconocimiento de la dignidad inviolable de cada persona no habrá justicia en el mundo”, escribe el Santo Padre en el mensaje enviado a la Presidenta de la Academia, Mary Ann Glendon.
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La Sesión Plenaria de dicho organismo pontificio se reunió en el Vaticano desde el 27 de abril hasta hoy para trabajar sobre el tema “Caridad y justicia en las relaciones entre pueblos y naciones”.
El Santo Padre apunta que buscar la justicia y la promoción de la civilización del amor son aspectos esenciales de la misión de la Iglesia y asegura “que incluso en las sociedades más justas habrá siempre un lugar para la caridad” en cuanto que “no hay ningún ordenamiento estatal justo que pueda hacer superfluo el servicio del amor”.
En el centro del Magisterio eclesial que –recuerda el Papa– “se dirige tanto a los creyentes como a todos los hombres de buena voluntad”, está “el principio del destino universal de todos los bienes de la creación. Según este principio fundamental todo lo que la tierra produce y todo lo que el hombre transforma y confecciona, todos sus conocimientos y su tecnología, todo está destinado a servir para el desarrollo material y espiritual de la familia humana y todos sus miembros”.
En el texto, el Pontífice menciona algunos desafíos que hoy el mundo debe afrontar: el primero se refiere al medio ambiente y al desarrollo sostenible. El Pontífice señala que los recursos del mundo son limitados y que “es deber de cada pueblo ejecutar políticas dirigidas a proteger el ambiente para prevenir la destrucción del patrimonio natural”.
Al respecto subraya que al aplicar las soluciones a nivel internacional “se debe prestar particular atención al hecho de que son los países más pobres los que parecen destinados a pagar el precio más alto por el deterioro ecológico”.
El segundo desafío se refiere el concepto de persona humana y su intrínseca dignidad. “Si los seres humanos no son vistos como personas, mujeres y hombres, creados a imagen de Dios, dotados de una dignidad inviolable, será muy difícil alcanzar una justicia plena en el mundo”.
“A pesar del reconocimiento de los derechos de la persona en declaraciones internacionales e instrumentos legales, –señala el Santo Padre– es necesario progresar mucho para hacer que estos reconocimientos tengan consecuencias en los problemas globales, como el creciente abismo creado entre países ricos y pobres”.
La necesidad de cultivar y comunicar los bienes espirituales constituye, según el Papa, el tercer desafío . “Acosados por las preocupaciones económicas tendemos a olvidarnos que al contrario de los bienes materiales, los bienes espirituales que son típicos del hombre, se expanden y se multiplican, cuando se comunican”.
“Contrariamente a los bienes divisibles, los bienes espirituales, como el conocimiento y la educación, son indivisibles y cuanto más se comparten más se poseen”. Por ello es importante el diálogo que pueda ayudar a las personas a la comprensión, al reconocimiento de los verdaderos valores humanos y al desarrollo de su propia identidad cuando su cultura entra en contacto con otras, escribe.
Para afrontar estos tres desafíos, concluye Benedicto XVI, “sólo el amor al prójimo puede inspirar en nosotros la justicia al servicio de la vida y de la promoción de la dignidad humana. Sólo el amor en el interior de la familia fundada entre un hombre y una mujer, creados a imagen de Dios, puede asegurar la solidaridad intergeneracional que transmite amor y justicia a las generaciones futuras”.