En el segundo día de su visita pastoral a las diócesis lombardas de Vigevano y Pavia, el Papa Benedicto XVI presidió la Santa Misa en el Colegio Borromeo (Pavia) y en su homilía centrada en la conversión de San Agustín -cuyos restos mortales se encuentran en un monasterio agustino de esta localidad-, destacó que ese proceso y su vida entera solo se entienden por su búsqueda y "pasión por la verdad".
Sobre la conversión de este Padre y Doctor de la Iglesia, el Pontífice subrayó que “la conversión no fue un evento de un único momento sino un camino” y la dividió en “tres grandes etapas”.
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Definió el “camino interior hacia el cristianismo” como “la primera conversión fundamental”, aquel “sí de la fe y del Bautismo” que tuvo por aspecto esencial el que Agustín “fue siempre una persona en búsqueda”.
“Jamás se contentó de la vida así como esta era presentada y como todos la vivían. Siempre estuvo atormentado por la cuestión de la verdad. Quería encontrar la verdad. Quería saber que cosa es el hombre; de donde proviene el mundo; de donde venimos nosotros mismos, donde vamos y donde podemos encontrar la verdadera vida. Quería encontrar la recta vía y no simplemente vivir ciegamente sin sentido y sin meta. La pasión por la verdad es la verdadera palabra clave de su vida”.
El Papa también observó que para el Santo de Hipona, “a la humildad de la encarnación de Dios debía corresponder la humildad de nuestra fe, que depone la soberbia y se inclina para participar en la comunidad del cuerpo de Cristo”.
Sobre la segunda conversión, el Pontífice contó cuanto está escrito al final del segundo libro de las “Confesiones”, cuando Agustín “fue consagrado sacerdote por la fuerza”, hecho con el cual “el sueño de la vida contemplativa se desvanecía. Ahora tenía que vivir con Cristo para todos. Tenía que traducir sus conocimientos y pensamientos sublimes al pensamiento y al lenguaje de la gente simple de su ciudad. La gran obra filosófica de toda una vida se quedó sin ser escrita. En su lugar nos fue donado algo más precioso: el Evangelio traducido en el lenguaje de la vida cotidiana”.
La tercera etapa se dio cuando Agustín “aprendió un último grado de humildad – no solamente la humildad de insertar su pensamiento en la fe de la Iglesia, no solo la humildad de traducir sus grandes conocimientos en la simplicidad del anuncio, sino también la humildad de reconocer que a él mismo y a toda la Iglesia peregrina les era necesaria la bondad misericordiosa de un Dios que es persona; y nosotros nos hacemos similares a Cristo, el Perfecto, en el modo más grande posible, cuando nos convertimos como Él en personas de misericordia”.
Concluida la concelebración eucarística, Benedicto XVI dirigió la oración mariana del tiempo pascual, el Regina Coeli, y posteriormente se dirigió a la sede episcopal de Pavia donde almorzó con los obispos de Lombardía. Por la tarde, antes de regresar al Vaticano, el Santo Padre rezará ante la tumba de San Agustín, en la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro.