La defensa de la familia como corazón del ordenamiento social, la interpretación bíblica que puede convertirse en instrumento del Anticristo, la verdad moral del cristianismo y el amor, la separación entre fe y poder político, así como la solidaridad de Cristo con las necesidades materiales del hombre, son algunos de los temas que el Papa Benedicto XVI aborda en su nuevo libro presentado ayer, "Jesús de Nazaret".
"Para la Iglesia naciente como para la que viene después, ha sido fundamental defender a la familia como el corazón de todo ordenamiento social: vemos cómo hoy la lucha de la Iglesia está centrada en este punto", indica el Pontífice en un pasaje de su libro.
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El Santo Padre también afirma que "la interpretación de la Biblia puede efectivamente convertirse en un instrumento del Anticristo". Al hablar de la segunda tentación que el demonio le hace al Señor, Benedicto XVI precisa que éste se "revela conocedor de la Escritura". "La disputa teológica entre Jesús y el demonio es una disputa que se plantea en toda época y que tiene como objeto la correcta interpretación bíblica, cuya demanda hermenéutica fundamental es la pregunta sobre la imagen de Dios", precisa el Papa.
Verdad moral, fe y poder
Cuando afirma que la "verdadera moral del cristianismo es el amor", el Santo Padre indica que éste es "camino de la verdad abierta a todos", incluso al ateo o a quien "ha declarado como norma de conciencia sus opiniones y sus gustos y de este modo se ha elevado a sí mismo a criterio".
Así lo señala el Pontífice en el cuarto capítulo del libro dedicado a las "paradojas" de las Bienaventuranzas que "expresan la verdadera situación del creyente en el mundo". El amor moral del cristianismo, explica, "se opone al egoísmo, es un éxodo de sí mismo, pero es propio en este modo que el hombre se encuentra a sí mismo", añada Benedicto XVI.
"Las Bienaventuranzas se contraponen a nuestro gusto espontáneo por la vida, a nuestra hambre y sed de vida. Exigen conversión, una inversión de marcha interior respecto a la dirección que tomaremos espontáneamente. Pero esta conversión hace venir a la luz lo que es puro, lo que es más elevado, nuestra existencia se dispone del modo justo", explica el Papa.
Cuando Benedicto XVI habla de la tercera tentación del demonio al Señor, indica que "en el curso de los siglos, esta tentación se ha presentado de formas diversas y continuamente, y la fe siempre ha corrido el riesgo de ser sofocada por el abrazo del poder". Al contrario, "la lucha por la libertad de la Iglesia, la lucha para que el Reino de Jesús no sea identificado con algunas estructura política, debe ser conducida en todos los siglos", porque "la fusión entre la fe y poder político siempre tiene un precio: la fe se pone al servicio del poder y debe plegarse a sus criterios", agrega.
Al proponer adorar al diablo, el tentador que es el demonio mismo, continúa el Santo Padre, "nos propone decidir por lo que es racional, por la prioridad de un mundo planificado y organizado, en el que Dios, como cuestión privada, puede tener su lugar, pero no debe interferir en nuestros propósitos esenciales" en nombre de "la adoración del bienestar y de la planificación racional".
El Papa también dice en su libro que "Jesús no es indiferente al hambre de los hombres, a sus necesidades materiales, pero las coloca en el justo contexto y en su justo orden". Al hablar de la primera tentación del diablo, la de "transformar las piedras en pan", el Pontífice resalta que el "pan para el mundo" es entonces "un desafío" para la Iglesia al cual "es difícil responder".
En la respuesta de Jesús: "No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios", demuestra que "allí donde este orden no es respetado, no se consigue la justicia, no se ayuda al hombre que sufre, pero se crea caos y destrucción también en el ámbito de los bienes materiales", dice Benedicto XVI.
Asimismo, en el sétimo capítulo, el Santo Padre habla de la parábola del Buen Samaritano y exhorta a "aprender de nuevo el riesgo de la bondad" como antídoto al "cinismo" y "alienación". "En vez de darles a Dios, el Dios cercano a nosotros en Cristo, les hemos llevado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que cuentan solo el poder y la ganancia. Hemos destruido así los criterios morales al punto que la corrupción es una voluntad de poder".