Ante más de 50 mil feligreses que se dieron cita esta mañana en la Plaza de San Pedro para la tradicional Audiencia General de los miércoles, el Papa Benedicto XVI recordó el llamado de todo cristiano a ser testigo de la muerte y resurrección del Señor Jesús enfatizando que “no podemos guardarnos la gran noticia, tenemos que difundirla al mundo entero".
El Santo Padre, que llegó a al recinto vaticano en helicóptero desde la residencia de Castel Gandolfo, renovó a los presentes sus mejores deseos de Pascua y en su catequesis dijo que las diversas apariciones de Jesús después de la resurrección constituyen "también para nosotros una invitación a profundizar el mensaje pascual y a recorrer el itinerario espiritual de cuantos encontraron a Cristo y lo reconocieron en aquellos primeros días".
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El Pontífice recordó la carrera entre San Juan y San Pedro para llegar al sepulcro, después de que María Magdalena les diese la noticia de la resurrección y explicó que los Padres de la Iglesia consideraban "esa rápida carrera hacia la tumba vacía una exhortación a la única competición legítima entre los creyentes: la de la búsqueda de Cristo". Refiriéndose a la Magdalena, el Santo Padre subrayó que reconoció a Jesús "cuando Él la llama por su nombre".
"También nosotros, si buscamos al Señor con ánimo sencillo y sincero lo encontraremos. Más aún, será Él mismo que al salir a nuestro encuentro nos llamará por nuestro nombre, nos hará entrar en la intimidad de su amor". Y, al igual que los apóstoles "estamos llamados a ser testigos de la muerte y la resurrección de Cristo. No podemos guardarnos la gran noticia, tenemos que difundirla al mundo entero".
"Si los apóstoles tenían a Jesús en su mesa", dijo el Papa aludiendo a la cena en Emaús, "nosotros lo tenemos en nuestra alma". Ahora bien, aclaró, "cuando el autor sagrado nos dice que Jesús se mostró vivo, esto no significa que volvió a la vida anterior, como en el caso de Lázaro: la Pascua es pasaje, no regreso. Jesús no regresó a su condición precedente, atravesó una frontera hacia una condición gloriosa nueva y definitiva".
Cuando Jesús dice a María Magdalena "no me detengas, todavía no he subido al Padre", esas palabras, observó el Papa, parecen estar en contraste con la invitación a Tomás de meter el dedo en su costado para constatar que estaba vivo, pero "no es así. María Magdalena quisiera tener a su Maestro como antes, pensando que la cruz es un dramático recuerdo que hay que olvidar. Pero ya no hay lugar para una relación meramente humana con el Resucitado. Para encontrarlo no hay que retroceder, sino relacionarse con Él de forma nueva. Hay que mirar adelante". Cristo muestra a Tomás sus heridas "no para olvidar la Cruz sino para hacerla inolvidable. La misión del apóstol es ser testigo de la muerte de Jesús y de su paso a una vida nueva".