Al presidir esta tarde en la Plaza de San Pedro una Misa por el segundo aniversario de la muerte de Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI aseguró que “el perfume de su amor ‘ha llenado toda la casa’, es decir, a toda la Iglesia”.
Ante más de 30 mil personas, entre los que había una gran cantidad de polacos, el Papa renovó a "Dios nuestro agradecimiento por habernos dado a Juan Pablo II durante 27 años como padre y guía seguro en la fe, pastor entregado y profeta valiente de esperanza, testigo incansable y servidor apasionado del amor de Dios".
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Al referirse al Evangelios, el Pontífice dijo que en el evangelio de hoy, el gesto de la unción de los pies de Jesús que realiza María en Betania “evoca el luminoso testimonio del amor por Cristo sin reservas y sin limitaciones que Juan Pablo II nos ha ofrecido”.
Tras recordar que este segundo aniversario se enmarca en la Semana Santa, el Pontífice describió que el acto de María narrado por el evangelista Juan “habla del amor por Cristo, un amor sobreabundante, pródigo, con el ungüento ‘precioso’ que echa a sus pies” “Para nosotros, reunidos en oración en el recuerdo de mi venerado predecesor, el gesto de la unción de María de Betania tiene gran sentido espiritual”, añadió.
“¿La estima, el respeto y el afecto que los creyentes y no creyentes que han expresado a su muerte no han sido acaso un elocuente testimonio?”, preguntó el Santo Padre y recordó las palabras de San Agustín cuando comenta este pasaje evangélico: “La casa se llenó de perfume, es decir que el mundo se llenó de buena fama. El buen olor es la buena fama... Por el mérito de los buenos cristianos el nombre del Señor es alabado”. “Es real, el intenso y fructífero ministerio pastoral, y además el calvario de la agonía y la serena muerte de nuestro amado Papa, nos han hecho conocer a los hombres de nuestro tiempo que Jesucristo era verdaderamente ‘todo’ suyo”, añadió Benedicto XVI.
“La fecundidad de este testimonio –prosiguió el Papa– lo sabemos, depende de la Cruz. En la vida de Karol Wojtyła la palabra ‘cruz’ no era solo una palabra. Desde la infancia y en la juventud conoció el dolor y la muerte. Como sacerdote, como obispo y sobre todo como Sumo Pontífice, tomó muy en serio aquella última llamado de Cristo Resucitado a Simón Pedro, en las orillas del lago de Galilea: ‘Sígueme’”.
“Especialmente con el lento, pero implacable progreso de la enfermedad, que poco a poco lo ha acabado del todo, su existencia se hizo enteramente una ofrenda a Cristo, anuncio viviente de su pasión, en la esperanza llena de fe en la resurrección”, agregó.
Benedicto XVI dijo también que el pontificado de Juan Pablo II “se desarrolló en el signo de la ‘prodigalidad’, de ser generoso sin reservas. ¿Qué cosa lo movió además del amor místico por Cristo, el 16 de octubre de 1978, cuando le dijeron las palabras del ceremonial: ‘Magister adest et vocat te’: El Maestro es quien te llama? El 2 de abril de 2005, el Maestro volvió, esta vez sin intermediarios, a llamarlo para llevarlo a su casa, a la Casa del Padre. Y él, una vez más, responde prontamente con el corazón intrépido y susurró: “Dejadme ir a la Casa del Señor".
Seguidamente, el Santo Padre aseguró que “el perfume de la fe, la esperanza y la caridad del Papa llenó su casa, llenó la Plaza de San Pedro, llenó la Iglesia y se extendió al mundo entero. Lo que aconteció después de su muerte ha sido, para quien cree, efecto del ‘perfume’ que ha llegado a todos, cercanos y lejanos, y los ha atraído hacia un hombre que Dios había progresivamente conformado a Cristo”.
Al hablar de Juan Pablo II como Siervo de Dios, el Santo Padre resaltó que éste es “un título particularmente apropiado para él. El Señor lo ha llamado a su servicio por el camino del sacerdocio y le ha abierto los caminos cada vez más: desde su diócesis hasta la Iglesia universal. Esta dimensión de universalidad ha llegado a su máxima expresión en el momento de su muerte, acontecimiento que el mundo entero ha seguido con una participación jamás vista en la historia”.
Totus tuus