La Santa Sede dio a conocer hoy algunos detalles del diálogo informal, a modo de preguntas y respuestas, que el Papa Benedicto XVI sostuvo el sábado con los estudiantes y formadores del Seminario Mayor Romano.
El Pontífice visitó la casa de estudios con ocasión de la fiesta de Nuestra Señora de la Confianza; siguiendo una tradición establecida por el Papa Pablo VI y mantenida por el Papa Juan Pablo II.
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El Santo Padre fue recibido por el Rector del Seminario, Mons. Giovanni Tani, quien lo acompañó a la capilla mayor, donde tuvo lugar el encuentro con los seminaristas.
El diálogo se centró en el tema de cómo escuchar a Dios para reconocer su voz, y después aceptar nuestra fragilidad humana para seguirlo.
Las preguntas que le dirigieron los seminaristas se centraron en solicitar consejos para su larga etapa de formación y la posterior actividad pastoral que les encomiende la Iglesia.
Benedicto XVI señaló que “Dios habla en formas diversas con nosotros”, a través de los acontecimientos de nuestra vida, pero “sobre todo nos habla a través de la Sagrada Escritura”, por eso es importante leer las Escrituras como afirma San Pablo, pero no como una palabra de los hombres o como documentos escritos, “sino como palabra viva de Dios”.
“Y ante los problemas de la vida –reflexionó el Pontífice– es necesario tener una actitud lo más serena y responsable posible”, porque “me parece que el Señor sabe que también en la Iglesia existe el pecado”.
El Pontífice exhortó por ello a “aceptar nuestra fragilidad, porque así conoceremos la necesidad que tenemos de la gracia del Señor”. “Ninguno de nosotros –prosiguió– está a la altura de este gran Sí como sacerdotes”, y en este sentido invitó a los seminaristas a ver el pecado “no sólo en los demás, en las estructuras o en los altos cargos jerárquicos, sino también en uno mismo”.
Por último el Papa les exhortó a ser más humildes “de forma que en la oración podamos comprender el verdadero tesoro de nuestra vida y ser así verdaderamente ricos”.
Hablar del dolor
“¿Cómo en un mundo en el que se busca cualquier medio lícito e ilícito para eliminar cualquier forma de dolor, el sacerdocio puede ser testigo del sentido cristiano del sufrimiento y cómo tiene que comportarse ante quien sufre, sin arriesgar ser retórico o patético?”, preguntó un seminarista de la Diócesis de Roma, en el tercer año de Teología, referida a la Carta Apostólica de Juan Pablo II “Salvifici doloris”.
El Papa respondió: “Tenemos que hacer lo posible para vencer los sufrimientos de la humanidad y para ayudar a los que sufren, que son tantos en el mundo, y encontrar una vida buena y ser liberados de los males causados por nosotros mismos: el hambre, las epidemias etc.”.
“Pero al mismo tiempo –prosiguió el Papa– reconociendo este deber de trabajar contra los sufrimientos causados por nosotros mismos, tenemos que reconocer también y entender, que el sufrimiento es una parte esencial para la maduración humana. Me viene en mente la parábola del Señor sobre el grano caído en la tierra, que sólo así, muriendo, puede dar fruto. Éste caer en la tierra y morir, no es el hecho de un momento, sino que es, precisamente, el proceso de una vida”.
El Papa prosiguió: “quien promete una vida alegre y cómoda, miente. El cristianismo habla de la felicidad, pero sólo se llega a ella a través de la Cruz. Cada día hay dolor, cuando aprendemos a vivir con este dolor, nos volveremos también capaces de ayudar a los demás”.
El ministerio sacerdotal
La última pregunta que le dirigieron al Pontífice los seminaristas fue una petición de consejo para dar inicio a su ministerio presbiteral. “No osaría daros muchos consejos para vuestra vida en la gran ciudad de Roma, ya que es muy diferente de la que yo viví hace 50 años en Baviera. Yo creo que lo esencial es esto: Eucaristía, oración, hablar cada día con el Señor sobre sus palabras y no perder la amistad con los sacerdotes que son la Iglesia viva, y naturalmente, la disponibilidad a la gente que se os confía, porque de esa gente, con sus dificultades, sus experiencias y sus dudas, podemos aprender a buscar y encontrar a Dios, a nuestro Señor Jesucristo”.