El Obispo de Puerto Iguazú, Mons. Marcelo Raúl Martorell, afirmó que la gente de Nazaret, la ciudad donde Jesús creció, "estaba admirada por la belleza de su predicación, pero no podía aceptarlo como maestro, y mucho menos como Mesías, porque era uno del montón".
En su homilía de la Misa dominical, el Prelado explicó que Jesús "compartió hasta tal punto la vida de los pobres que fue despreciado igual que ellos, que se lo relegaba igual que a ellos, que se le negaba un lugar en la sociedad igual que a ellos". Por más atractiva que fuera su persona y por más bellas que fueran sus palabras, explicó, "eso no bastaba para que lo aceptaran. Y Jesús renunciaba a deslumbrarlos con su poder, porque sabía que si no creían en su palabra ‘no creerán aunque resucite un muerto’".
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"Jesús imagina un reproche por su ausencia de prodigios, suponiendo que le dicen el refrán ‘médico cúrate a ti mismo’, y les responde con otro refrán conocido en su pueblo ‘nadie es profeta en su tierra’", prosiguió.
"A través de este refrán -indicó- Jesús no está diciendo que los profetas siempre son rechazados en su tierra, como si fuera una ley inamovible; simplemente pretende mostrarles lo que de hecho estaba sucediendo con él a partir de ese refrán que ellos usaban frecuentemente en las conversaciones cotidianas".
En el fondo, lo que muestra el refrán es "la dificultad que tenemos para descubrir la presencia de Dios en las cosas simples y normales de nuestra vida", concluyó.