El recordado Arzobispo de Cali (Colombia), Mons. Isaías Duarte Cancino, murió a consecuencia de una confabulación inusual entre el narcotráfico, la guerrilla marxista y los paramilitares.
Así lo dio a conocer el Obispo de Montería, Mons. Julio Cesar Vidal Ortíz, al revelar que la información la había obtenido directamente –fuera de Confesión– del asesinado jefe paramilitar Carlos Castaño Gil, poco después de conocerse el magnicidio.
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El Arzobispo Duarte Cancino, asesinado el 19 de marzo de 2002, se había caracterizado por una apasionada pastoral de la reconciliación en la región; pero nunca había omitido fuertes denuncias contra la corrupción y el narcotráfico, a los que siempre calificó como “un cáncer”; pese a las diversas amenazas de muerte de parte de las diversas facciones guerrilleras, que se financian con el narcotráfico, y los mismos narcotraficantes.
Un mes después del crimen, Carlos Castaño, líder de las “Autodefensas” –actualmente comprometidas en un complejo proceso de desmilitarización– escribió en la página web de su organización, que los responsables del asesinato de Mons. Duarte Cancino eran los líderes de la guerrilla marxista “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), especialmente el dirigente conocido como “Pablo Catatumbo” –una de las figuras más siniestras de la guerrilla colombiana– y “de un sector narcotraficante que protege a políticos corrompidos”.
Sin embargo, según Mons. Vidal Ortíz, el mismo Castaño reconoció que elementos de su propia organización, rival de las FARC, también participaron en el complot.
En declaraciones a la prensa local, el Prelado aprovechó para denunciar la naturaleza del conflicto armado colombiano “donde las ideologías marxistas y sus archirivales se unen para defender su negocio, el de la coca”.