El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, sostuvo que “en lugar de hablar tanto de la ‘crisis de la familia’ tendríamos que referirnos a la crisis o la pérdida de valor de la institución matrimonial, del matrimonio” y pidió “rescatar” la “preparación al matrimonio y la idea misma del matrimonio”.
En su reflexión semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor”, el Prelado lamentó que se tome con “enorme ligereza” algo que es fundamental para la vida de la sociedad, “porque la familia fundada en el matrimonio, no está destinada solo a la felicidad de las dos personas que se casan y, eventualmente, de sus hijos, sino que en ella se funda también el equilibrio, la perfección, la belleza de una sociedad” que sea una “auténtica comunidad”.
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El Prelado afirmó la necesidad de “recordar con insistencia que, en realidad, no hay familia sin matrimonio, aun cuando mucha gente esté confundida al respecto; también algunos legisladores lo están. Tenemos que recordar que la familia se funda en el matrimonio que es la unión estable de un varón y una mujer”.
Para el Arzobispo platense, “una de las causas de la actual depreciación del matrimonio ha sido la famosa ley de divorcio” pues hoy “en la Argentina, en el orden civil, ya nadie puede contraer un matrimonio indisoluble, para siempre. Se piensa que el matrimonio es provisional, porque se lo puede disolver a voluntad y esta posibilidad se convierte en una convicción; como consecuencia se crea una ambigüedad notable respecto de lo que significa el matrimonio como realidad estable”.
Mons. Aguer destacó que “el origen de esta fragilidad” se debe encontrar “en la preparación, en lo que antes se llamaba el noviazgo. Y digo antes porque el noviazgo ha cambiado de carácter; en estos tiempos se suele usar ese término, pero no para referirlo a un tiempo serio de amistad, de profundización en el conocimiento mutuo en orden al compromiso matrimonial”.
¿Solo el amor basta?
Seguidamente, el Arzobispo comentó que “la gente, al parecer, se casa por amor” y se preguntó “¿qué significa ese amor?” señalando que “muchas veces excluyen totalmente las razones que fundamentan la decisión” y si bien aclaró no había de establecer “una oposición entre casamiento por amor y casamiento por razón” aseguró que el matrimonio debe pensarse como “un proyecto de vida, pensado y asumido en común, para ser vivido con amor fiel y fecundo”.
“El amor puramente romántico o pasional, sin un proyecto de vida común, no puede durar y queda librado al vaivén de las circunstancias, de las emociones, de los intereses. Quizás es éste uno de los problemas fundamentales que hoy en día ponen en jaque la estabilidad y solidez de la familia. No dura porque esa unión no estaba destinada a durar”.
Finalmente rescató como una “cosa importantísima” la paciencia explicando que “los amores más grandes se prueban en la convivencia cotidiana, es entonces allí donde hay que limar asperezas, hay que remendar continuamente los agujeritos que se abren en la relación. Es preciso ir ajustando la convivencia, lo cual supone esfuerzo en la modificación de caracteres, en la armonización de inquietudes y de intereses”.