Durante la tradicional ofrenda floral ante la imagen de Santa María en la Plaza de España de esta ciudad en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Benedicto XVI pidió a la “Llena de gracia” nos enseñe “a pronunciar también nuestro ‘sí’ a la voluntad del Señor”, un “sí” que se une a su “sí” sin reservas y sin sombras para la salvación del mundo. 

“’Llena de gracia’ eres tú, María, que acogiendo con tu “Sí” los proyectos del Creador, nos has abierto el camino de la salvación. Con tu ejemplo, enséñanos a pronunciar también nuestro “sí” a la voluntad del Señor. Un “sí” que se une a tu “sí” sin reservas y sin sombras, que el Padre celeste ha querido tener necesidad para generar al hombre nuevo, el Cristo, único Salvador del mundo y de la historia”, rezó el Santo Padre frente a la estatua de la Virgen María, que culmina la columna que se yergue delante de la embajada de España ante la Santa Sede en Roma.

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“Danos el valor de decir “no” a los engaños del poder, del dinero, del placer; a las riquezas deshonestas, a la corrupción y a la hipocresía, al egoísmo y a la violencia. “No” al Maligno, príncipe de la mentira en este mundo. “Sí” a Cristo, que destruye la potencia del mal con la omnipotencia del amor. Sabemos que solo los corazones convertidos al Amor, que es Dios, pueden construir un futuro mejor para todos”, dijo el Pontífice en su segundo año que como Sucesor de Pedro se dirige a esta imagen.

A continuación la oración completa pronunciada por el Santo Padre esta tarde:

“Oh María, Virgen Inmaculada, también este año, nos volvemos a encontrar con amor filial a los pies de esta tu imagen para renovarte el homenaje de la comunidad cristiana y de la ciudad de Roma. Aquí nos detenemos en oración, siguiendo la tradición inaugurada de los Papas precedentes, en el día solemne en el que la liturgia celebra tu Inmaculada Concepción, misterio que es fuente de gozo y de esperanza para todos los redimidos. Te saludamos y te invocamos con las palabras del Ángel: ‘Llena de gracia’ (Lc 1,28), el nombre más bello, con el cual Dios mismo te ha llamado desde la eternidad.

‘Llena de gracia’ eres tú, María, llena del amor divino desde el primer instante de tu existencia, providencialmente predestinada a ser la Madre del Redentor, e íntimamente asociada a Él en el misterio de la salvación. En tu Inmaculada Concepción brilla la vocación de los discípulos de Cristo, llamados a convertirse, con su gracia, santos e inmaculados en el amor (cfr Ef 1,4). En ti brilla la dignidad de todo ser humano, que es siempre precioso a los ojos del Creador. Quien a ti dirige la mirada, oh Madre Toda Santa, no pierde la serenidad, por más duras que sean las pruebas de la vida. A pesar de la triste experiencia del pecado, que afea la dignidad de los hijos de Dios, quien a ti recurre redescubre la belleza de la verdad y del amor, y vuelve a encontrar el camino que conduce a la casa del Padre.

‘Llena de gracia’ eres tú, María, que acogiendo con tu ‘sí’ los proyectos del Creador, nos has abierto el camino de la salvación. Con tu ejemplo, enséñanos a pronunciar también nuestro ‘sí’ a la voluntad del Señor. Un ‘sí’ que se une a tu ‘sí’ sin reservas y sin sombras, que el Padre celeste ha querido tener necesidad para generar al hombre nuevo, el Cristo, único Salvador del mundo y de la historia. Danos el valor de decir “no” a los engaños del poder, del dinero, del placer; a las riquezas deshonestas, a la corrupción y a la hipocresía, al egoísmo y a la violencia. ‘No’ al Maligno, príncipe de la mentira en este mundo. ‘Sí’ a Cristo, que destruye la potencia del mal con la omnipotencia del amor. Sabemos que solo los corazones convertidos al Amor, que es Dios pueden construir un futuro mejor para todos.

¡‘Llena de gracia’ eres tú, María! ¡Tu nombre es para todas las generaciones garantía de segura esperanza. Sí! Porque, como escribe el sumo poeta Dante, para nosotros mortales tú “eres de esperanza fuente de vida” (Par., XXXIII, 12). A esta fuente de tu Corazón inmaculado, venimos una vez mas peregrinos confiados a recibir fe y consuelo, gozo y amor, seguridad y paz.

Virgen ‘llena de gracia’, muéstrate Madre tierna y con premura por los habitantes de esta tu ciudad, para que el auténtico espíritu evangélico los anime y oriente sus comportamientos; muéstrate Madre y guardiana vigilante de Italia y Europa, para que de las antiguas raíces cristianas los pueblos sepan tomar la linfa para construir su presente y su futuro; muéstrate Madre próvida y misericordiosa por el mundo entero, para que, respetando la dignidad humana dignidad y rechazando toda forma de violencia y de explotación, se coloquen bases sólidas para la civilización del amor. Muéstrate Madre especialmente de aquellos que tienen más necesidad: de los indefensos, de los marginados y los excluidos, de las víctimas de una sociedad que a menudo sacrifica al hombre por otros fines e intereses.

¡Muéstrate Madre de todos, oh María, y danos a Cristo, la esperanza del mundo! ¡’Monstra Te esse Matrem’, oh Virgen Inmaculada, llena de gracia! ¡Amén!”.