Mons. Fernando Sebastián Aguilar, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, P. Juan Antonio Martínez Camino, Secretario General de la Conferencia Episcopal Española (CEE), afirmaron en un reciente artículo que ofrece algunas claves para la lectura de las Orientaciones pastorales recientemente publicadas por la CEE que “la unidad de España es un elemento fundamental de bien común de la sociedad española”.
En el documento, que busca ofrecer “elementos objetivos de interpretación, para una lectura adecuada de la Instrucción pastoral ‘Orientaciones morales’”, ambos afirman que con este último texto “los obispos cumplen con su obligación de ayudar a los católicos a responder a sus obligaciones de caridad social respecto de la patria y de la convivencia, en coherencia con su fe y en comunión eclesial” y aportan “al debate público los argumentos de un ejercicio autorizado de la razón moral iluminada y fortalecida por el Evangelio de Jesucristo”.
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“La cuestión de los nacionalismos y de la unidad de España” es el asunto que “había suscitado más expectación”, indican y resaltan que la mencionada instrucción no invade “el campo de las diversas opciones políticas legítimas” ni condena “en bloque las aspiraciones nacionalistas” ni es tampoco “un pronunciamiento que consagrara con el sello del magisterio de la Iglesia una determinada articulación política de la unidad de España”.
Los autores del artículo explican que “como todo juicio prudencial, el que los obispos hacen aquí acerca de los nacionalismos –en relación con sus pretensiones de modificar la articulación política de la unidad de España o, en su caso, de acabar con dicha unidad– parte de la constatación de la situación sobre la que se ha de juzgar: ‘para emitir un juicio moral justo sobre este fenómeno, es necesario partir de la consideración ponderada de la realidad histórica de la nación española en su conjunto’ (71)”.
“Dicha realidad –prosiguen– es descrita en la Instrucción como la de una ‘unidad cultural básica de los pueblos de España, (que), a pesar de las vicisitudes sufridas a lo largo de la historia, ha buscado, también, de distintas maneras, su configuración política’ (71).
Dando un paso más, los obispos valoran positivamente la multisecular unidad cultural y política de España, en su pluralidad y diversidad: no se trata de algo neutral, sino de ‘los bienes de la unidad y de la convivencia de siglos’ (72); y no se encuentran ‘razones actuales’ que justifiquen la renuncia a dichos ‘bienes y derechos’ (73), ni siquiera se ven motivos para reducirlos (cf. 73). En definitiva, la unidad cultural y política de la nación española es considerada como un elemento importante del ‘bien común de una sociedad pluricentenaria’ (nota 37)”.
Seguidamente recuerdan que “los obispos consideran que las pretensiones nacionalistas independentistas no están hoy moralmente justificadas en el caso de España. Lo dicen con las mismas palabras que Juan Pablo II empleó en 1994 para el caso de Italia: ‘Es preciso superar decididamente los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada’ (74). Nótese bien: hay que superar no sólo el separatismo, sino incluso el peligro del mismo. Por tanto, recogiendo lo afirmado en 2002 por la misma Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española en la Instrucción pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, la Asamblea precisa que no es moralmente aceptable la secesión, es decir, la ruptura de la unidad política de España por medio de la llamada autodeterminación, que implicaría la negación ‘unilateral de la soberanía de España’ (nota 37)”.
respetuosas del bien común