Una niña con anencefalia se ha convertido en un elocuente testimonio a favor de la vida en Brasil. Ya superó los diez días de vida contra todo pronóstico médico, y la dedicación de sus padres por cuidar de ella han planteado serias dudas sobre la intención de legalizar el aborto en el país para estos dramáticos casos.
Marcela de Jesús Ferreira nació el 20 de noviembre en Santa Casa de Patrocinio Paulista, una ciudad con cerca de 15 mil habitantes en la región de Ribeirão Preto. A los cuatro meses de gestación le diagnosticaron anencefalia, una malformación congénita que supone la pronta muerte del bebé debido a la carencia parcial o total de cerebro. Los bebés que nacen con esta malformación sobreviven solo horas o escasos días fuera del vientre materno.
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La autora del proyecto de ley que pretende legalizar el aborto para casos de anencefalia, Jandira Feghali, dijo no sorprenderse por la resistencia de la niña pues asegura que algunos estudios indican que los bebés con esta malformación pueden vivir hasta tres meses después del nacimiento. Para la Feghali esta situación solo prolongaría el sufrimiento de la madre.
Sin embargo, la madre de la niña, Cacilda, una humilde agricultora de 36 años, reza por la vida de su niña y da gracias a Dios por cada minuto que pasa con su pequeña.
"Sufrir, la gente sufre, pero ella no me pertenece, ella es de Dios y yo la cuido aquí”, sostiene Casilda cuando le preguntan por qué no pidió un aborto para evitar el dolor de ver a su hija nacer con esta malformación.
“Cada segundo de su vida es precioso para mí”, agrega la madre junto a su esposo, Dionisio Ferreira. “Considero su vida un milagro tan grande que voy a esperar hasta que Dios quiera su hora de partir”, asegura Cacilda ya conformada con el anunciado desenlace.
Cuando conoció el diagnóstico, ella recibió la noticia con tranquilidad. El médico que la atendió en sus dos partos anteriores –tiene dos hijas de 18 y 14 años– le explicó la situación después de un ultrasonido.
La pareja recibió todo el apoyo para seguir adelante y aunque el padre a veces se desespera con la situación, comprende a su esposa. “El aborto nunca pasó por mi cabeza”, afirma Cacilda. "Nadie tiene derecho de destruir una vida, principalmente de un niño indefenso”, sostiene.