El Papa Benedicto XVI abogó hoy por la integración de los enfermos en una sociedad que privilegia la belleza física, la salud y la vitalidad. Además, alentó a los católicos a mantener una cercanía especial con quienes padecen dolencias, procurándoles atención física y ayuda espiritual.
El Santo Padre recibió a los participantes en la Conferencia Internacional del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, que se celebra del 23 al 25 de noviembre en el Vaticano, sobre el tema: "Aspectos pastorales del tratamiento de enfermedades infecciosas".
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En su discurso, dijo que junto al servicio generoso "y a los gestos de amor concretos" con las personas que padece enfermedades infecciosas, existen muchas injusticias, como la de "tantos enfermos obligados a vivir segregados. Estas situaciones detestables son más graves en las situaciones en que hay disparidad de condiciones sociales y económicas entre el Norte y el Sur del mundo. Frente a ellas es importante responder con medidas concretas que favorezcan la proximidad del enfermo, la evangelización de la cultura e inspiren los programas económicos y políticos de los gobiernos".
Asimismo, recordó la "rica tradición de la Iglesia católica, que debe mantenerse viva, porque a través del ejercicio de la caridad con quien sufre sean visibles los valores inspirados en una auténtica humanidad y en el Evangelio: la dignidad de la persona, la misericordia, la identificación de Cristo con el enfermo. Todo cuidado es insuficiente si no hace perceptible el amor por el ser humano, un amor que se nutre del encuentro con Cristo".
"A la insustituible proximidad con el enfermo -continuó-, se une la evangelización del ambiente cultural en el que vivimos".
En este contexto indicó la "actitud de indiferencia e incluso de exclusión y rechazo" a veces "en la sociedad del bienestar" ante las personas con este tipo de enfermedades.
Denunció que esta actitud “se ve favorecida por la imagen de los medios de comunicación sobre el hombre y la mujer preocupados sobre todo de la belleza física, de la salud y de la vitalidad biológica. Es una tendencia cultural peligrosa que lleva al egocentrismo, a cerrarse en el propio pequeño mundo, a huir del compromiso de servir a quien lo necesita”.
El Santo Padre subrayó que es necesaria "una pastoral capaz de sostener a los enfermos cuando afrontan el sufrimiento, ayudándoles a transformar la propia condición en un momento de gracia para sí y para los demás, a través de una viva participación en el misterio de Cristo".