El Papa Benedicto XVI explicó que San Pablo, a quien llamó “el apóstol número 13”, enseña que el Evangelio de la salvación debe ser ofrecido a todo ser humano y “lo que cuenta realmente es que Cristo sea el centro de nuestra vida”.
El Santo Padre, que finalizó el miércoles pasado la catequesis sobre los doce apóstoles, anunció en la Audiencia General de hoy que dedicará sus próximas catequesis semanales a “otros personajes importantes de la Iglesia primitiva”, comenzando por San Pablo, “el apóstol número trece”.
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El Papa recordó que Saulo de Tarso fue un judío de la diáspora, llegado a Jerusalén para estudiar la ley mosaica y aprender el oficio de tejedor, que más tarde le sirvió para “sustentarse personalmente y no pesar sobre las iglesias”.
Saulo, como judío, juzgaba escandaloso que los discípulos de Jesús tuvieran como centro a éste y no la Ley de Dios. Por eso se sintió obligado a perseguir a los cristianos incluso fuera de Jerusalén. Sin embargo, recordó el Pontífice, de camino a Damasco “fue fulminado por Cristo; la luz del Resucitado lo iluminó y cambió toda su vida”.
El mismo Pablo habla "no sólo de visión, sino de iluminación y sobre todo de revelación y vocación en el encuentro con el Resucitado". Se define "apóstol por voluntad de Dios –dijo el Santo Padre–, como para subrayar que su conversión no es el resultado de una serie de reflexiones, sino fruto de un acto divino, de una imprevista gracia divina" y “desde aquel momento puso todas sus energías al servicio de Cristo y del Evangelio".
“De este hecho se deriva una lección muy importante: lo que cuenta realmente es que Cristo sea el centro de nuestra vida”, subrayó el Papa, mientras otra enseñanza del apóstol es "el carácter universal de su apostolado: la salvación se ofrece a todos los hombres sin excepción y el anuncio de la gracia, del ser humano destinado a reconciliarse con Dios y con los demás, no concierne solo a los judíos, o a un grupo de personas, sino a todos, porque Dios es el Dios de todos".