Esta mañana el Papa Benedicto XVI participó en la ceremonia de inicio del año académico de la Pontificia Universidad Lateranense, en la que ante la presencia de miles de estudiantes y autoridades académicas, recordó que la universidad constituye un lugar donde se debe buscar responder a la crisis de cultura e identidad en la apertura a la verdad última que es Dios.
Al iniciar su discurso, el Santo Padre hizo inmediata referencia a la “crisis de cultura y de identidad” agregando que “la universidad es uno de los lugares más calificados para tentar de encontrar los caminos oportunos para salir de esta situación”.
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El Papa explicó tal afirmación recordando que “en esta se puede ilustrar la fecundidad de la verdad cuando es acogida en su autenticidad con ánimo simple y abierto. En la universidad se forma a las nuevas generaciones, que esperan una propuesta seria, comprometedora y capaz de responder a la perenne pregunta por el sentido de la propia existencia”.
Sobre el mundo contemporáneo agregó que pareciera “dar la primacía a una inteligencia artificial que se hace súcubo de la técnica experimental y olvida que toda ciencia siempre debe salvaguardar al hombre y promover su tensión hacia el bien auténtico”.
“Sobrevalorar el ‘hacer’ oscureciendo el ‘ser’ no ayuda a recomponer el equilibrio fundamental del que cada uno necesita para dar a la propia existencia un sólido fundamento y una válida finalidad”, continuó.
Más adelante el Pontífice citó el mito de Ícaro, quien “conquistado por el gusto del vuelo hacia la libertad absoluta e indiferente a los reclamos del viejo padre Dédalo, se acerca cada vez más al sol, olvidando que las alas con las que se alzó hacia el cielo son de cera. La desastrosa caída y la muerte son el precio que paga por su ilusión: en la vida hay otras ilusiones a las que uno no se puede confiar, sin arriesgar caer en consecuencias desastrosas para la existencia propia y la de los otros”.
Asimismo describió el rol del docente universitario, quien tiene “la tarea no solo de indagar la verdad y suscitar perenne sorpresa, sino también promover el conocimiento de toda faceta y de defenderla de interpretaciones reductivas y desviadas”.
“Poner al centro el tema de la verdad –prosiguió- no es un acto meramente especulativo, restringido a un pequeño grupo de pensadores; al contrario, es una cuestión vital para dar profunda identidad a la vida personal y suscitar la responsabilidad en las relaciones sociales”.
También citó a san Anselmo de Aosta, quien en su Prosologion dice: “Que yo te busque deseando, que te desee buscando, que te encuentre amando, que ame reencontrándote”. “El espacio del silencio y de la contemplación, que son el escenario indispensable sobre el cual poner los interrogativos que la mente suscita, pueden encontrar entre estos muros personas atentas que sepan valorar la importancia, la eficacia y las consecuencias para la vida personal y social”.
Terminando su discurso el Papa resaltó que “Dios es la verdad última a la que toda razón naturalmente tiende, solicitada por el deseo de cumplir hasta el final el recorrido a ella asignado. Dios no es una palabra ni una hipótesis abstracta; al contrario, es el fundamento sobre el cual construir la propia vida. Vivir en el mundo ‘velutis si Deus daretur’ comporta la asunción de una responsabilidad que se hace cargo de indagar todo recorrido factible con tal de acercarse lo más posible a Él, que es el fin hacia el cual todo tiende”.