Escuchar los latidos de su nieto y verlo por primera vez gracias a la tecnología del ultrasonido, hizo que el padre de una niña de once años de edad, embarazada por una violación en una comunidad indígena, desistiera de someterla a un aborto.
El caso de esta humilde familia de Popayán ocupó esta semana los principales titulares de los medios. El padre solicitó un aborto para la niña y la internó en el Hospital San José de Popayán, donde todo quedó dispuesto para el procedimiento que debía practicarse hoy viernes.
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Sin embargo, al observar la ecografía practicada a su hija –que solo tiene dos meses de embarazo– y escuchar los latidos del corazón del bebé, el padre cambió de opinión y decidió asumir todo lo necesario para el nacimiento de su nieto.
El director del hospital, Rodrigo Quiñónez, ordenó la salida de la menor –violada por un vecino– para que continúe la gestación con su familia.
A las ocho semanas de gestación, el concebido ya es un embrión. Mide menos de dos centímetros y su aspecto cambia rápidamente. Se comienzan a formar los oídos y los dedos. La médula espinal aparece visible, las vértebras y costillas comienzan a crecer. Su piel tiene dos capas y se inicia el desarrollo de los músculos de todo el cuerpo. Los latidos de su corazón se perciben desde la quinta semana de embarazo.
Hace algunas semanas, un caso similar tuvo distinto final. Otra niña violada y embarazada fue sometida en Bogotá al primer aborto legal de Colombia, luego que la Corte Constitucional decidiera despenalizar la práctica por violación, incesto, riesgo de vida o malformación congénita grave.