Miles de peregrinos rezaron el Ángelus Dominical con el Papa Benedicto XVI, quien desde su residencia en Castelgandolfo invitó a los fieles a rezar en familia el Rosario, oración del cristiano que avanza en el peregrinaje de la fe.
En la introducción a la oración mariana el Papa se detuvo en “dos aspectos que, en la comunidad eclesial, caracterizan” el mes de octubre: “la oración del Rosario y el compromiso por las misiones”.
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Haciendo referencia a la próxima celebración de la fiesta de la Virgen del Rosario, afirmó que era como si “la Virgen nos invitase a redescubrir la belleza de esta oración, tan simple y tan profunda”.
Recordó también al Siervo de Dios Juan Pablo II, quien fue “un gran apóstol del Rosario: lo recordamos de rodillas con la corona entre las manos, sumergido en la contemplación de Cristo, como él mismo invitó a hacer con la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae”.
El Papa definió el Rosario como “oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la oración del cristiano que avanza en el peregrinaje de la fe, en el seguimiento de Jesús, precedido por María”.
Asimismo, manifestó el deseo que se recite “el Rosario durante este mes en familia, en las comunidades y en las parroquias por las intenciones del Papa, por las misiones de la Iglesia y por la paz en el mundo”.
“La misión de la Iglesia –prosiguió el Pontífice- es la prolongación de la misión de Cristo: llevar a todos el amor de Dios, anunciándolo con las palabras y con el concreto testimonio de la caridad”.
Citando las Palabras de San Pablo: “El amor de Cristo nos impulsa” pidió que “cada cristiano pueda hacer propias estas palabras, en la gozosa experiencia de ser misionero del Amor ahí donde la Providencia lo ha puesto, con humildad y valor, sirviendo al próximo sin segundos fines y tomando de la oración la fuerza de la caridad alegre y operosa”.
Finalmente recordó que junto a San Francisco Javier, la patrona universal de las misiones es “Santa Teresa del Niño Jesús, que ha indicado como vía ‘simple’ a la santidad el abandono confiado en el amor de Dios”.
A continuación el Pontífice saludó en diversas lenguas a los presentes y concluyó impartiendo su Bendición Apostólica.