El Arzobispo de Nápoles, Cardenal Crescenzio Sepe, invitó en el transcurso de la ceremonia de licuefacción de la sangre de San Genaro en la catedral napolitana, a rezar por el Papa "objeto en estos días de malas y malvadas interpretaciones".
El milagro de la licuefacción de la sangre de San Genaro se repitió este martes en pocos minutos, lo que, según la tradición, es señal de buenas noticias para los napolitanos.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
El anunció llegó por el arzobispo de la ciudad, que celebraba por primera vez la ceremonia y que después de la lectura del Evangelio, a las 9:20 horas, exclamó que la sangre del santo se había comenzado a hacer líquida.
A las 9:35, como pide la tradición, el responsable de la capilla del tesoro anunciaba, asomando un pañuelo blanco que la sangre de San Genaro, que se había puesto completamente líquida.
El anuncio fue acogido con aplausos y gritos de alegría de los napolitanos, que siguieron el acto en la catedral local, donde se montaron en las naves laterales dos pantallas gigantes para que todos pudieran seguir el milagro.
La licuefacción de la sangre de San Genaro, patrón de Nápoles, se celebra en el día del aniversario del martirio al santo, que tuvo lugar en el 305 d.C. en la solfatara del Vesuvio, en la localidad de Pozzuoli, durante la persecución del emperador romano Diocleciano.
El milagro consiste en que un poco de la sangre, que se conserva seca en polvo en un pequeño relicario de cristal, se pone a la vista de los asistentes y ésta empieza a bullir y a burbujear de una forma muy extraña, como si estuviera fresca y hubiera sido recién derramada.
La licuefacción ocurre tres veces al año: el sábado que precede al primer domingo de mayo, porque se conmemora el traslado de las reliquias del santo a Nápoles; hoy 19 de septiembre, aniversario de su martirio; y el 16 de diciembre, día en que se recuerda el aniversario de la catastrófica erupción en 1631 del Vesuvio.
Un grupo de científicos de la Universidad de Turín certificó hace años que la sustancia contenida en las dos ampollas que guarda el relicario es sangre auténtica y que no podían explicar por qué la sangre se vuelve líquida un día determinado y luego de nuevo polvo, hasta la precisa fecha siguiente.