Miles de peregrinos se dieron cita este mediodía en el cortil del Palacio Apostólico de Castelgandolfo para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien al introducir la oración se refirió a la Cruz como el signo por excelencia del Amor que vence el odio y la violencia.

El Santo Padre reflexionó sobre dos celebraciones litúrgicas: la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, celebrada el 14 de septiembre, y la memoria de la Virgen Dolorosa, celebrada el día siguiente.

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“Estas dos celebraciones litúrgicas –dijo el Papa– se pueden resumir visiblemente en la tradicional imagen de la Crucifixión que representa a la Virgen María al pie de la Cruz, según la descripción del evangelista Juan, único entre los Apóstoles en permanecer junto a Jesús moribundo”.

Tratando de responder al sentido de exaltar la Cruz, el Pontífice afirmó que los cristianos “no exaltamos una cruz cualquiera, sino la Cruz que Jesús ha santificado con su sacrificio, fruto y testimonio de inmenso amor”.

“Cristo en la Cruz ha derramado toda su sangre para liberar a la humanidad de la esclavitud del pecado y de la muerte. Por ello, de signo de maldición, la Cruz ha sido transformada en signo de bendición, de símbolo de muerte a símbolo por excelencia del Amor que vence el odio y la violencia y genera la vida inmortal”, continuó.

Así mismo, recordando el pasaje evangélico, hizo notar que el dolor de María “forma un único dolor con el del Hijo. Es un dolor lleno de fe y de amor. La Virgen en el Calvario participa en la potencia salvadora del dolor de Cristo, conjugando su 'fiat' con el del Hijo”.

Al finalizar sus palabras, el Pontífice hizo votos para que “María nos ayude a tomar cada día nuestra cruz y seguir fielmente a Jesús en el camino de la obediencia, del sacrificio y del amor”.

Finalmente, Benedicto XVI saludó en diversas lenguas a los presentes e impartió su Bendición Apostólica.