Tras su arribo y bienvenida en el aeropuerto de Munich, el Papa Benedicto XVI se dirigió a la Plaza de María de la ciudad bávara, en medio del entusiasmo de una gran multitud de fieles, donde explicó su especial predilección por la leyenda del oso de San Corbiniano que tomó para su escudo pontificio, y a los pies de la “Mariensäule” elevó una hermosa oración a la Virgen María.

En una tarde soleada y con viento, el Papamóvil se abría paso por las calles de la ciudad, llenas de fieles que aclamaban al Santo Padre con banderas de Bavaria y del Vaticano mientras cantaban ¡Benedetto! ¡Benedetto!.

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En la emblemática plaza bávara, el Santo Padre saludó a los muniqueses, de quienes fuera años atrás su Arzobispo, asegurándoles que aún permanece con ellos, siendo para todos una “bestia de carga”, en alusión a la leyenda que lo marcó desde pequeño y que sigue siendo fuente de inspiración para su servicio eclesial.

Luego de saludar a las autoridades políticas, civiles, militares y eclesiásticas entre las que se encontraba el Cardenal Friedrich Wetter, su sucesor como Arzobispo de Munich y Freising, el Pontífice se dirigió a los fieles destacando el significado que la “Mariensäule” (Columna de María) de Munich ha tenido en su vida.

“Es muy conmovedor para mí estar una vez más en esta hermosa plaza al pie de la Mariensäule, en un lugar que fue testigo ya de otros dos momentos decisivos en mi vida. Aquí, hace casi 30 años, los fieles me dieron la bienvenida con alegría como a su nuevo Arzobispo. Luego empecé mi ministerio con una oración a la Madre de Dios. Aquí también, cinco años después, tras ser llamado a Roma por el Papa, me despedí de mi Diócesis y una vez más dirigí una oración a la Patrona Bavariae, confiándole ‘mi’ ciudad y tierra natal a su protección. Hoy estoy de nuevo, esta vez como el Sucesor de Pedro”, dijo.

El Papa, una “bestia de carga”

Benedicto XVI explicó el papel importante que San Corbiniano, el histórico Obispo de la región, ha desempeñado en su vida: “Desde mi niñez me tocó mucho la historia del oso que atacó y mató el caballo en el que el santo cabalgaba en un viaje a Roma. Según la leyenda, el santo castigó al oso colocando sobre sus espaldas la carga que el caballo había estado cargando. Así, el oso tenía que llevar esta carga a través de los Alpes todo el camino a Roma, y solo allí el santo lo dejó libre”, explicó el Papa ante una gran cantidad de fieles que seguían con atención su discurso.

“En 1977, cuando tuve que enfrentar la difícil decisión de aceptar o no mi designación como Arzobispo de Munich y Freising, sabiendo que ello me alejaría de mi amado trabajo en la universidad, este oso con su pesado fardo me hizo recordar la interpretación de San Agustín de los versículos 22 y 23 del Salmo 73”, recordó el Pontífice.

“El salmista, preguntando por qué los amigos de Dios sufren, dice: ‘Yo fui un necio y no entendí, parado ante ti como un tonto animal. Sin embargo, estoy continuamente contigo’. Agustín, viendo en la palabra ‘animal’ una referencia a las bestias de carga usadas por los campesinos para el trabajo agrícola, vio aquí una imagen de sí mismo, cargado por su ministerio episcopal, sarcina episcopalis. El había escogido la vida académica, y Dios lo había llamado a convertirse en una “bestia de carga”, un animal cargado, un buen buey arando en el campo de Dios, este mundo. Pero aquí el Salmo le da luz y consuelo: así como la bestia de carga es la que más cerca permanece al agricultor y, bajo su dirección, lleva el pesado trabajo confiado a ella, así el Obispo está muy cerca de Dios, porque lleva un importante servicio para su Reino”, agregó.

Al final de su breve alocución, el Papa continuó explicando que así “siempre he hallado en el oso de San Corbiniano constante valor para llevar adelante mi ministerio con confianza y alegría –hace 30 años, y nuevamente hoy en mi cargo– y para pronunciar mi ‘Sí’ cotidiano a Dios: Me he hecho por ti una "bestia de carga", pero como tal, "estoy siempre contigo" (Sal 73,23)”.

“El oso de San Corbiniano fue liberado en Roma. En mi caso, el Señor decidió de otro modo. Y así me encuentro nuevamente al pie de la Mariensäule , implorando la intercesión y bendición de la Madre de Dios, esta vez no sólo para la ciudad de Munich y por Baviera, sino por la Iglesia Universal y por todas las personas de buena voluntad”, concluyó.

Patrona Bavariae

Inmediatamente después, en la oración que dirigió ante la bella estatua de la Patrona de Baviera, el Papa pidió a la Virgen enseñarnos “a asumir y llevar adelante nuestras responsabilidades” como Ella lo hace y pidió su ayuda para “encontrar la fuerza para ofrecer reconciliación y perdón”.

“Ayúdanos a hacernos pacientes y humildes, pero también libres y valientes, tal como lo fuiste a la hora de la Cruz. En tus brazos está también el Señor del mundo. Sosteniendo al Niño que nos bendice, tú misma te haces bendición. ¡Bendícenos, a esta ciudad y a este país! ¡Muéstranos a Jesús, el fruto bendito de tu vientre!", concluyó el Pontífice tras lo cual se dirigió a la Residencia Real donde sostuvo un encuentro con las más altas autoridades políticas de la región.

Lea el discurso y la oración del Papa en: http://www.aciprensa.com/benedictoxvi/viajes/alemania06/documento2.htm