El observador permanente ante la Oficina de las Naciones Unidas e Instituciones Especializadas en Ginebra, Mons. Silvano Tomasi, pidió la rápida suspensión del uso de las submuniciones de las controvertidas bombas de racimo resaltando que legalizar un arma “no la hace más aceptable ni menos inhumana".
Así lo expresó el Arzobispo el pasado 1 de septiembre ante la 15° sesión del Grupo de expertos gubernativos de los Estados Parte de la "Convención sobre la prohibición o restricción del uso de ciertas armas convencionales, que pueden ser consideradas excesivamente dañosas o tener efectos indiscriminados" (CCW) celebrada del 28 de agosto al 6 de septiembre.
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En su intervención, Mons. Tomasi destacó que "hasta ahora no tenemos pruebas convincentes por parte de quienes consideran estas armas legítimas (las submuniciones de bombas-racimo). En cualquier caso, toda arma es declarada legítima antes de ser prohibida o regulada. ¿No es éste el caso de las armas químicas, biológicas, incendiarias o láser? El hecho de declarar un arma particular legítima no la hace más aceptable ni menos inhumana".
Tras destacar que la Santa Sede considera "urgente una profunda reflexión sobre la naturaleza y el uso de las submuniciones", el observador permanente afirmó que las víctimas de los conflictos "no pueden esperar años de negociaciones y discusiones. Por eso, hay que suspender el uso de estas armas. Al mismo tiempo, los Estados Parte de la CCW deben poner manos a la obra".
El Arzobispo terminó señalando que "la Conferencia de examen que se está preparando debería ser capaz de adoptar un mandato específico para comenzar la discusión y la negociación de un instrumento eficaz para erradicar los riesgos relacionados con las submuniciones".
Al tener un importante índice de error del 5 por ciento, muchas submuniciones pueden no explotar pero, como sucede con las minas terrestres, permanecen en el terreno como latas de bebidas arrojadas a la calle para detonar incluso años después.