El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, evaluó los recientes casos de dos jóvenes discapacitadas violadas sometidas a abortos legales en Guernica y Mendoza, y denunció que la opinión pública argentina terminó confundida con la "maquinaria" mediática de propaganda abortista.
Mons. Aguer lamentó "la parcialidad con que la mayoría de los periodistas –sobre todo los de radio y televisión– han encarado el tema. No pudo desarrollarse un debate objetivo y sereno, sino que se ha tratado con inquina a los defensores del niño por nacer y se montó una maquinaria de propaganda abortista para confundir a la población".
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Según el Arzobispo, a esto, "habría que sumar también el activismo de organizaciones empeñadas en lograr la despenalización del aborto; son grupos que responden a centros internacionales vinculados a las Naciones Unidas y apoyados por fundaciones de gran poderío económico. Es sabido, además, que los centros financieros como el Banco Mundial subordinan la concesión de créditos a la adopción de políticas antinatalistas que incluyen la legalización del aborto. Estas conexiones explican que los representantes del pensamiento ‘progresista’ adopten las pautas culturales del capitalismo salvaje".
Asimismo, mencionó "las interferencias políticas, que han presionado para que el aborto se realizara", desde las intervenciones de funcionarios del poder ejecutivo nacional y provincial y legisladores de ambos niveles.
Ante esta coyuntura, pidió "llamar a las cosas por su nombre: el aborto directamente provocado es un homicidio, la muerte deliberadamente causada de una persona humana inocente. Siempre es el aborto un homicidio".
"Actualmente es posible seguir con precisión la configuración y el crecimiento del bebé en el seno de su madre y advertir que a los cinco o seis meses -la edad aproximada del niño de Guernica- sólo le falta crecer un poco más, y que lo dejen nacer. ¿Qué diferencia hay, a esa altura, entre un aborto y un infanticidio?", cuestionó.
"Causa escalofríos constatar que en este caso el niño no fue tenido en cuenta; no se habló de él durante el debate que se desencadenó acerca de su suerte. Se hablaba, lógicamente, de la madre; la situación de una joven deficiente y violada es digna, por cierto, de inmensa piedad, de cercanía afectuosa y ayuda eficaz. Pero no fue justo olvidar al otro interesado, que estaba allí no como un objeto, sino como una criatura inocente, sujeto de derecho, al que no debía negársele el más fundamental de los derechos humanos: el derecho a la vida", aclaró.
"He pensado mucho en ese niño. A través de una ecografía tridimensional hubiera sido posible ver su rostro y registrar sus actitudes. Correspondía que lo vieran, que lo ‘escucharan’ los jueces de la Corte (de Buenos que autorizó el aborto). ¿Cómo lo habrán matado? Quizá la operación requirió que le aplastaran el cráneo, o que le extrajeran la masa encefálica; probablemente lo dejaron morir sobre una mesa, como un objeto descartable, como si sólo fuera un amasijo de células o un residuo patológico. No tendrá nombre ni tumba; será como alguien que no ha existido. ¿No podría haber completado su desarrollo en una incubadora? ¿No se habrá encontrado cerca alguien que le abriera con seguridad las puertas del cielo mediante el agua del bautismo?", lamentó.
"El caso del niño de Guernica tuvo una réplica contemporánea en la provincia de Mendoza, donde se repitió el cuadro que he reseñado, con el mismo tristísimo final. También allí la misma complicidad de jueces, abogados, políticos, médicos y periodistas, personeros de la cultura de la muerte, trazando un signo ominoso para el futuro de nuestra sociedad. Un derrumbe del sentido de la vida ante el cual el pueblo argentino debe reaccionar, valido de su noble sensatez y de la memoria de sus orígenes cristianos", concluyó.