Miles de peregrinos acudieron hoy al Vaticano para participar en la Audiencia General con el Papa Benedicto XVI, quien aseguró que la muerte y resurrección de Jesucristo permite a la Iglesia que sufre hostilidades e incomprensiones inmerecidamente, vivir una "esperanza segura" pues el sufrimiento no es jamás la última palabra sino un pasaje hacia la felicidad.

Durante la audiencia celebrada en el Pablo VI, el Santo Padre continuó su catequesis sobre los apóstoles, esta vez sobre San Juan, el "Vidente del Apocalipsis", explicando que éste "se dirige a las siete Iglesias de Asia exhortándolas a permanecer firmes en la fe, ante las grandes dificultades que tuvieron que afrontar por su testimonio de Jesús".

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Sobre las "grandiosas visiones" y "mensajes extraordinarios" que tuvo San Juan en la isla de Patmos, y que "influirán no poco en la historia de la Iglesia y en toda la cultura occidental”, el Pontífice señaló que el apóstol "recibe una revelación, en la que se desvela el sentido de la historia humana a partir de la muerte y resurrección de Cristo, para infundir esperanza".

"Con sus imágenes fuertes y difíciles: como la del Cordero degollado que está de pie delante del trono de Dios, el libro sellado con siete sellos que sólo puede abrir el Cordero, o la visión de la Mujer que vence al dragón que la persigue, se abre el camino de una esperanza segura que culmina con la visión de la Jerusalén celeste, en donde 'no habrá más muerte, ni luto, ni llanto ni dolor, porque el primer mundo ha pasado'", reflexionó el Papa.

Explicando la primera, el Pontífice dijo que "Jesús, aunque asesinado con un acto de violencia, en vez de estar en tierra, está paradójicamente bien parado sobre sus pies, porque con la resurrección ha vencido definitivamente a la muerte”. Además, "Jesús, justamente en cuanto muerto y resucitado, es plenamente partícipe del poder real y salvador del Padre”, añadió.

Sobre la imagen del libro de los siete sellos, en el que Juan aparece llorando "porque no se encontraba a nadie digno de abrir el libro y de leerlo”, el Santo Padre señaló que "probablemente este llanto expresa el desconcierto de las Iglesias asiáticas por el silencio de Dios frente a las persecuciones a las que eran expuestas en aquel momento”.

“Se trata de un desconcierto en el cual se puede reflejar nuestro asombro frente a las graves dificultades, incomprensiones y hostilidades que también hoy la Iglesia sufre en varias partes del mundo", subrayó.

Sobre el particular, Benedicto XVI indicó que se trata de "sufrimientos que la Iglesia ciertamente no merece, así como Jesús mismo no mereció su suplicio. Estos revelan tanto la maldad del hombre, cuando se abandona a la sugestión del mal, así como la superior conducción de los hechos por parte de Dios”.

Ante tal situación, el Pontífice explicó que “sólo el Cordero inmolado está en capacidad de abrir el libro sellado y de revelar el contenido. Sólo Él puede tomar indicaciones y enseñanzas para la vida de los cristianos, a los cuales su victoria sobre la muerte trae el anuncio y la garantía de la victoria que también ellos obtendrán sin lugar a duda”.

Más adelante, el Papa mostró que “Juan quiere poner en sus lectores una aproximación de valiente confianza. Con sus imágenes fuertes y a veces difíciles, él no tiene ciertamente la intención de proponer enigmas por resolver, sino sugerir el camino de una esperanza segura, que se abandona serenamente a Dios y a Jesucristo”.

Finalmente, el Obispo de Roma hizo referencia a los cantos de alabanza también presentes en el libro en cuestión afirmando que “estamos frente a la típica paradoja cristiana, según la cual el sufrimiento no es jamás percibido como la última palabra, sino visto como un pasaje hacia la felicidad, y es más, este mismo está ya misteriosamente inserido en el gozo que brota de la esperanza”.

Terminada la catequesis, el Pontífice saludó a los perregrinos de España y América Latina deseándoles que "vuestra peregrinación a las tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo os confirme en la fe y en la caridad, y os ayude a superar con esperanza las dificultades y contrariedades sufridas por dar testimonio de Cristo".