El día en que la Iglesia conmemora a San Bernardo de Claraval, el Papa Benedicto XVI rezó el Ángelus dominical en el Palacio Apostólico de Castelgandolfo proponiendo al "Doctor mariano" como ejemplo de armonía entre oración y acción para los cristianos de hoy.
Antes de la oración mariana, el Santo Padre afirmó que el ejemplo y enseñanzas de este Doctor de la Iglesia del siglo XII “se revelan útiles para nuestro tiempo" explicando que su "dedicación al silencio y a la contemplación no le impidieron realizar una intensa actividad apostólica”.
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El Pontífice explicó que para el santo francés “el recogimiento interior es un elemento esencial de la piedad. Es necesario cuidarse de los peligros de una actividad excesiva, sea cual sea la condición y el trabajo que se realiza, porque muchas ocupaciones conducen frecuentemente a la dureza del corazón, no son sino sufrimiento para el espíritu, desperdicio de inteligencia, dispersión de la gracia”.
Asimismo, el Papa resaltó como ejemplar “el compromiso con el cual luchó para dominar su temperamento impetuoso, así como por su humildad con la que supo reconocer los propios límites y faltas”.
El Obispo de Roma destacó que la teología del santo en cuestión se caracterizó por haber “conseguido proponer las verdades de fe con un estilo tan claro e incisivo al punto de fascinar al oyente y a disponer al alma para el recogimiento y para la oración”.
“Para él –continuó el Papa- la fuerza más grande de la vida espiritual es el amor. Dios, que es Amor, crea al hombre por amor y por amor lo rescata. En su amor Dios sana nuestra voluntad y nuestra inteligencia elevándolas al más alto grado de unión con Él, es decir a la santidad y a la unión mística”.
Asimismo, Su Santidad citó unas frases que San Bernardo dedica a la Madre de Dios, pidiéndole su intercesión para que “nos obtenga el don de la paz verdadera: ‘Mira la estrella, invoca a María… siguiéndola no errarás en el camino… si Ella te protege no tienes miedo, si Ella te guía no te cansas, si ellas te es propicia llegas a la meta’”.
Concluida la oración, Benedicto XVI saludó a los peregrinos e impartió la Bendición Apostólica.