Tras celebrar la Misa por la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Papa Benedicto XVI rezó el Ángelus desde el balcón del Palacio Apostólico de Castelgandolfo y en sus palabras introductorias dijo que el peregrinar terreno de todo ser humano debe tener como fin el Paraíso.

Antes de iniciar la oración mariana, el Santo Padre afirmó que la “liturgia nos llama hoy a esta consoladora verdad de fe: En el cielo apareció un signo grandioso: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”.

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“En esta mujer deslumbrante de luz –continuó el Pontífice– los Padres de la Iglesia han reconocido a María. En su triunfo el pueblo cristiano peregrino en la historia ve la realización de sus esperas y el signo cierto de su esperanza”.

Seguidamente el Pontífice recordó que “María es ejemplo y sostén para todos los creyentes: nos alienta a no perder la confianza frente a las dificultades y a los inevitables problemas de todos los días. Nos asegura su ayuda y nos recuerda que lo esencial es buscar y pensar en las cosas de arriba y no a aquellas de la tierra”.

El Papa hizo una referencia al vivir cotidiano, cuando “tomados por las preocupaciones arriesgamos el pensar que aquí, en este mundo en el cual estamos sólo de pasada, sea el fin último de la humana existencia”.

En cambio es el Paraíso la verdadera meta de nuestro peregrinar terreno. Cuán diversas serían nuestras jornadas si fuesen animadas por este perspectiva”, dijo.

Al referirse a los santos agregó que “sus existencias testimonian que cuando se vive con el corazón constantemente dirigido al cielo, las realidades terrenas son vividas en su justo valor porque lo que las ilumina es la verdad eterna del amor divino”.

Después del Ángelus, el Papa se dirigió a los peregrinos de lengua española, saludando especialmente a los fieles presentes de las parroquias Asunción de Nuestra Señora, de Lliria, y de San Francisco Javier, de Murcia, y al grupo de la Obra de la Iglesia. "A todos os encomiendo bajo la constante protección de nuestra Madre celestial y os imparto con afecto mi Bendición", dijo.

Asimismo Benedicto XVI invocó a la Virgen María para que conceda a todos la paz, aludiendo las dificultades por las que atraviesan actualmente el Líbano, Sri Lanka e Irak.

Finalmente, y tras saludar a los demás grupos presentes en diversas lenguas, el Santo Padre impartió su Bendición Apostólica.