Miles de fieles se dieron cita esta mañana en la Plaza de San Pedro y participaron de la Audiencia General con el Papa Benedicto XVI, quien en su catequesis titulada “Andrés el Protoclito” destacó que nuestras cruces sólo toman sentido cuando son consideradas y acogidas como parte de la cruz de Cristo.
Al iniciar su catequesis sobre el hermano de Pedro, el Apóstol Andrés, el Pontífice hizo notar como “la primera característica que llama la atención en Andrés es el nombre: no es hebreo, como se hubiera esperado, sino griego, signo no gratuito de una cierta apertura cultural de su familia”.
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Hizo también referencia a Andrés en cuanto discípulo del Bautista e indicó como esto “nos muestra que era un hombre que buscaba, que compartía la esperanza de Israel, que quería conocer más de cerca la palabra del Señor, la realidad del Señor presente. Era verdaderamente un hombre de fe y de esperanza”.
Asimismo explicó que Andrés es honorado por la liturgia Bizantina como el Protóklitos ya que fue “el primero de los Apóstoles a ser llamado a seguir a Jesús”.
Seguidamente recordó tres episodios evangélicos donde podemos conocer más de este hombre: “la primera es aquella de la multiplicación de los panes en Galilea. Merece ser destacado el realismo de Andrés”.
Sobre la segunda ocasión recordó que el Señor, ante una pregunta del apóstol, “pronunció un importante discurso sobre la destrucción de Jerusalén, sobre el fin del mundo, invitando a sus discípulos a leer con astucia los signos de los tiempos”.
La tercera iniciativa se da cuando Jesús dice a Andrés y Felipe, y por ellos al mundo griego: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad en verdad os digo: si el grano de trigo caído en tierra no muere, permanece solo; si muere, dará mucho fruto’”.
Más adelante destacó como “tradiciones muy antiguas ven en Andrés al apóstol de los Griegos en los años que sucedieron Pentecostés; nos hacen saber que durante el resto de su vida fue anunciador e intérprete de Jesús para el mundo griego”.
Finalmente, citando una antigua escritura de inicios del siglo VI titulada Pasión de Andrés, hizo ver a los presentes la existencia de “una profundísima espiritualidad cristiana, que ve en la Cruz no tanto un instrumento de tortura sino un medio incomparable de una plena asimilación al Redentor, al grano de trigo caído en tierra. Nuestra cruces adquieren valor si son consideradas y acogidas como parte de la cruz de Cristo. Solamente desde aquella Cruz también nuestros sufrimientos son ennoblecidos y adquieren su verdadero sentido”.
Terminada la catequesis el Santo Padre leyó resúmenes en varios idiomas, entonó el Pater Noster e impartió la Bendición Apostólica.