Al recibir hoy a los superiores y superioras generales de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el Papa Benedicto XVI hizo un llamado a los consagrados y consagradas a renovar su fidelidad al Evangelio para “ser testigos de la presencia de Dios que transfigura un mundo cada vez más desorientado y confuso" y a redescubrir el valor y consecuencias de la castidad y la obediencia.
Tras resaltar que como superiores “estáis llamados a sostener y a guiar a vuestros hermanos y hermanas en una época difícil, marcada por múltiples insidias”, el Santo Padre destacó que “los consagrados y consagradas tienen hoy la tarea de ser testigos de la presencia de Dios que transfigura un mundo cada vez más desorientado y confuso".
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Después de constatar que "la cultura secularizada ha penetrado en la mente y en el corazón de muchos consagrados, que la entienden como una forma de acceso a la modernidad y una modalidad de acercamiento al mundo contemporáneo", el Pontífice señaló que junto al "indudable empuje generoso, capaz de testimonio y de donación total, la vida consagrada conoce la insidia de la mediocridad, del aburguesamiento y de la mentalidad consumista".
Por ello, señaló el Papa durante su alocución, “son necesarias decisiones valientes, tanto personales como comunitarias, que impriman una nueva disciplina a la vida de las personas consagradas y las conduzcan a volver a descubrir la dimensión totalizadora de la "sequela Christi" (seguimiento de Cristo).
Al profundizar en la vocación a la vida consagrada, el Santo Padre afirmó que ser totalmente de Cristo significa "mantener siempre ardiente en el corazón una llama de amor viva, nutrida constantemente por la riqueza de la fe, no sólo cuando conlleva la alegría interior, sino también cuando está unida a las dificultades, a la aridez, al sufrimiento". Así, el Papa exhortó a alimentar la vida interior con la oración, y sobre todo con la cotidiana participación en la Eucaristía.
El Santo Padre también se refirió a los votos o compromisos que realizan los consagrados afirmando que “para pertenecer totalmente al Señor las personas consagradas abrazan un estilo de vida casto", que quiere decir "renunciar también a la necesidad de aparentar, asumir un estilo de vida sobrio y modesto. Los religiosos y las religiosas están llamados a demostrarlo también en la elección del hábito, un hábito sencillo que sea signo de la pobreza vivida en unión con Aquel que siendo rico se hizo pobre para hacernos ricos con su pobreza".
Más adelante, el Pontífice destacó que el "yugo" de los que ejercen "la delicada tarea de superiores y superioras en todos los niveles, será más suave en la medida en que las personas consagradas sepan volver a descubrir el valor de la obediencia profesada".
ser en el mundo signos creíbles y luminosos del Evangelio y de sus paradojas