El Papa Benedicto XVI afirmó esta mañana que el don de sí mismo al otro, en el sacerdocio célibe, es el corazón del sacramento del orden sacerdotal en la Iglesia y que "los que reciben este sacramento están configurados de un modo particular a Cristo”.
Al recibir esta mañana a los obispos de Ghana en visita ad limina, el Santo Padre animó a los prelados a continuar asegurando que los candidatos al sacerdocio correspondan a las exigencias de su tarea y darles una formación adecuada.
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Lugo de recordar que este año se conmemora el centenario de la llegada de los misioneros al norte de Ghana, les deseó a los obispos africanos que "el valor misionero os impulse, al igual que a vuestro amado pueblo, reforzando vuestros esfuerzos para difundir el Evangelio".
También advirtió que la vida sacerdotal "nunca debe considerarse un modo de mejorar la propia categoría social o el nivel de vida. De ser así, la ofrenda de sí mismo y la docilidad al proyecto de Dios cederán el paso a los deseos personales y el sacerdote será ineficaz" .
Al referirse a la tarea de la Iglesia de ayudar a las familias cristianas a vivir fiel y generosamente como verdaderas iglesias domésticas, el Papa hizo suyas las preocupaciones expresadas por los obispos en sus informes sobre "la correcta celebración del matrimonio cristiano" en su país, y subrayó que "el cristianismo procura respetar siempre las venerables tradiciones de las culturas y los pueblos, pero procura al mismo tiempo purificarlas de aquellas prácticas que son contrarias al Evangelio".
"Por eso, es esencial que la entera comunidad católica acentúe siempre la importancia de la unión monógama e indisoluble de hombre y mujer, consagrados en el matrimonio sagrado. Para los cristianos, las formas tradicionales de matrimonio nunca pueden sustituir el matrimonio sacramental", subrayó el Papa.
Asimismo, indicó que "los jóvenes constituyen casi la mitad de la población" en Ghana y que en esa nación allí "la Iglesia es joven". Por esa razón, es necesario reforzar la identidad católica de la población, para lo cual debe dársele "los instrumentos necesarios para enfrentarse a los desafíos de cambiar la realidad económica, y de la globalización", y ayudarle “a responder a los argumentos de las sectas religiosas".
Benedicto XVI elogió los esfuerzos recientes para "acabar con el azote de la pobreza y reforzar la economía", aunque queda todavía mucho por hacer, y añadió que “la pobreza extrema y difusa a menudo conlleva un declive moral general que conduce al crimen y a la corrupción, a los ataques contra la santidad de la vida humana e incluso al regreso a las prácticas supersticiosas del pasado".
En esta situación, continuó el Santo Padre, "la Iglesia debe ser un faro de esperanza para la vida de los cristianos, ayudando a los fieles a comprender mejor las promesas de Jesús" y "formándoles para que puedan ocupar su lugar legítimo tanto en la Iglesia de Cristo como en la sociedad".