El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, recordó recientemente que las Bienaventuranzas son el camino para alcanzar la verdadera felicidad, y que “la vocación cristiana a la alegría armoniza maravillosamente con nuestra inclinación natural más honda, pues estamos hechos para la felicidad”.
Mons. Aguer explicó que la alegría de Dios puede irrumpir en nuestro espíritu cuando nos abrimos a él, reconociendo sin embargo que “la experiencia de la vida nos desengaña un tanto, o más bien consigue aventar ilusiones desmedidas. Porque hay que reconocer que nuestra alegría es siempre imperfecta, frágil y está continuamente amenazada”.
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“En la actualidad –continuó Mons. Aguer– se ofrecen al hombre múltiples ocasiones de placer; la propaganda agita la imaginación de las multitudes presentándole paraísos artificiales que despiertan una codicia imposible de saciar, porque, en realidad, la alegría verdadera tiene otras fuentes, viene de otra parte”, precisó.
Asimismo, el Arzobispo de La Plata señaló que es “curioso, pero puede comprobarse con frecuencia, que el dinero, la comodidad, la seguridad material, coexisten con el aburrimiento y la melancolía, con una soledad malsana y que bajo el aturdimiento, el frenesí del goce, el alma está ganada por la angustia, carcomida por la más negra desesperación. Es una figura clásica de todos los tiempos la del rico triste. ¡Y qué contraste espantoso entre las minorías opulentas –vaya uno a saber si esa gente es feliz– y la multitud incontable de los desheredados!”
Así, el Prelado platense señaló que las Bienaventuranzas aparecen como “el camino de la verdadera felicidad” y que fue Cristo en el Sermón de la Montaña quien explicó “cuál es el precio de la alegría del Reino: la pobreza de espíritu, la paciencia, el llanto por los pecados, el hambre y la sed de justicia, la misericordia, el esfuerzo a favor de la paz, la persecución por causa de él y del Evangelio”.
el don definitivo de la alegría es la presencia de Cristo vivo entre los suyos el domingo de Pascua