“La Herejía del Iscariote benemérito” es el título de un artículo en el que el polemista católico italiano Vittorio Messori demuestra el absurdo que subyace sobre la idea de un Judas “bondadoso” que sostiene el polémico documental “El evangelio de Judas”, difundido el Domingo de Ramos por National Geographic.
Messori, autor de “Informe sobre la Fe” y del libro-entrevista con el Papa Juan Pablo II “Cruzando el Umbral de la Esperanza”, escribe en el diario Corriere della Sera que “hace ya dieciocho siglos la Iglesia condenó una herejía gnóstica entre muchas, aquella de los ‘cainitas’ que valorando en clave antijudía las figuras negativas de la Escritura, planteaba la hipótesis de un Iscariote benéfico, traidor a pedido del mismo Jesús”.
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Messori se sorprende que un texto que ya era conocido hace mil 800 años y condenado por los Padres de la Iglesia haya merecido el “clamor mediático sospechoso de intereses comerciales” que en realidad “no revela nada de nuevo, salvo algunos de los textos precisos sobre los cuales cayó la condena católica”.
No sin ironía, el polemista italiano señala que “si ninguno habla de las infinitas ridiculeces heterodoxas de textos apócrifos del Nuevo Testamento, tal vez es no sólo porque los periodistas saben poco, sino porque ninguna empresa ha pensado en aprovecharlos para vender revistas, libros y DVDs”.
“Y también porque aún no se ha decidido (al menos por ahora, aunque se está acercando el momento) insertarse en el grotesco filón pseudo-biblico del cual Dan Brown es apenas el proveedor más afortunado”, agrega.
Messori sí reconoce que entre los exegetas católicos existen legítimas discrepancias sobre lo que movió a Judas a traicionar a Jesús.
En el Triduo Pascual, opina el autor, Benedicto XVI se adhiere a la tesis que señala que Judas traicionó porque “valoraba a Jesús según las categorías del poder y del éxito: para él el amor no cuenta, sólo el poder y el éxito son realidad”.
Esta interpretación severa de la traición de Judas, dice Messori, se fundamenta en que Judas, como los hebreos de su tiempo esperaba un Mesías vencedor; “pero la desilusión comenzó a crecer, frente al rechazo de Jesús de asumir un papel político”.
Judas, entonces, habría traicionado no por las treinta monedas –que eran el precio de un esclavo de poco valor– sino que era “la manera, pensaba, de poner a Jesús con la espalda contra la pared, de presionar a aquel Mesías temeroso y tardo en desplegar su poder: para no ser capturado habría finalmente mostrado cuál es el poder de Dios que lo había enviado”.
El fracaso del proyecto de Judas, señala Messori, explican su desesperación y “la crisis que los llevó al suicidio”.
Aunque el Papa se adhiere a esta postura, sigue siendo una hipótesis y por ello la Iglesia no ha definido las motivaciones del traidor. Pero de lo que no cabe duda, es que se trató de un acto conciente, maligno y libre.
“Sólo Dios sabe qué es lo que pasó en el corazón de aquel desventurado, y cuáles fueron las motivaciones profundas de la decisión fatal”.
Sin embargo, Messori concluye señalando que, incluso respecto de Judas, la Iglesia mantiene su postura: de nadie puede afirmarse que se ha condenado con absoluta certeza, ni siquiera de quien Jesús dijo que “más le valdría no haber nacido”.