Este Viernes Santo por la noche, el Coliseo Romano, escenario en el que numerosos cristianos fueron martirizados en los primeros siglos de la Iglesia, se convirtió nuevamente en el lugar de la Vía Dolorosa, donde unos 50 mil feligreses encabezados por el Papa Benedicto XVI meditaron en el poder devastador del pecado y la fuerza salvífica de la Cruz de Cristo.
Las meditaciones y oraciones del Vía Crucis de este año fueron preparadas por el Vicario general de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, Arzobispo Angelo Comastri. Al inicio del recorrido, se leyó el texto del Prelado en el que se decía que “al recorrer la ‘Vía de la Cruz’ quedamos sobrecogidos por dos constataciones: la certeza del poder devastador del pecado y la certeza del poder sanador del amor de Dios”.
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El recorrido del Vía Crucis comenzó en el interior del famoso anfiteatro Flavio, continuó por delante del Arco de Trajano y concluyó en la colina del Palatino.
El Vicario del Papa para la diócesis de Roma, Cardenal Camillo Ruini, llevó la Cruz en la segunda estación, seguido por una familia de Roma, un joven seminarista de Estados Unidos, una religiosa, una joven mexicana de la diócesis de León, dos franciscanos de Tierra Santa, una muchacha coreana, una religiosa, una joven de Angola y otra nigeriana.
Benedicto XVI: Vía Crucis y misericordia
Antes de concluir el ejercicio de piedad, el Santo Padre dirigió unas breves palabras a los asistentes en las que destacó la importancia y centralidad del amor y de la misericordia. Reproducimos a continuación las palabras del Santo Padre:
"Hemos acompañado a Jesús en la Vía Crucis. Lo hemos acompañado aquí en el camino de los mártires, en el Coliseo donde tantos han sufrido por Cristo, han dado la vida por el Señor, como el Señor mismo ha sufrido. Así, hemos comprendido que el Vía Crucis no es una cosa del pasado y de un determinado punto de la Tierra. La cruz del Señor abraza el mundo, su Vía Crucis atraviesa los continentes y los tiempos. En el Vía Crucis no podemos ser solo espectadores. Estamos involucrados y debemos buscar nuestro lugar: ¿dónde estamos? En el Vía Crucis no hay la posibilidad de ser neutros. Pilato, el intelectual escéptico, buscó ser neutro, estar afuera, pero justamente así tomó posición contra la justicia para el conformismo de su carrera.
Debemos buscar nuestro lugar. En el espejo de la Cruz hemos visto todos los sufrimientos de la humanidad de hoy. En la Cruz de Cristo hoy hemos visto el sufrimiento de los niños abandonados, abusados, las amenazas contra la familia, la división del mundo en la soberbia de los ricos que no ven a Lázaro delante de la puerta y a la miseria de tantos que sufren hambre y sed. Pero también hemos visto estaciones de consolación. Hemos visto a la Madre cuya bondad permanece fiel hasta la muerte y más allá de la muerte. Hemos visto a la mujer valiente que está delante del Señor y no tiene miedo de demostrar la solidaridad de este sufriente. Hemos visto a Simón el Cireneo, un africano que lleva la Cruz con Jesús. Y hemos visto finalmente en estas estaciones de consolación que, así como no acaba el sufrimiento, tampoco no acaban las consolaciones.
Hemos visto cómo en la Vía de la Cruz, Pablo ha encontrado el celo de su fe y ha encendido la luz del amor; hemos visto cómo San Agustín ha encontrado su camino, San Francisco de Asís, San Vicente de Paul, San Maximiliano Kolbe, Madre Teresa de Calcuta; y así hemos sido invitados a encontrar también nuestra posición; a encontrar con estos grandes, valientemente el camino con Jesús y por Jesús, el camino de la bondad, de la verdad, de la valentía, del amor. Y así hemos entendido que Via Crucis no es simplemente una colección de cosas oscuras y tristes del mundo, que no es ni siquiera un moralismo ineficiente, y no es un grito de protesta que no cambia nada, sino que el Via Crucis es el camino de la misericordia y de la misericordia que pone el límite al mal, así hemos aprendido del Papa Juan Pablo II. Es el camino de la misericordia y así el camino de la salvación. Y así somos invitados a tomar el camino de la misericordia y poner con Jesús el límite al mal.
Recemos para que el Señor nos ayude y nos ayude siempre a ser contagiados por su misericordia. Recemos a la Santa Madre de Jesús, la Madre de la misericordia, para que también nosotros podamos ser hombres y mujeres de la misericordia y así contribuir a la salvación del mundo, a la salvación de la criatura-hombre de Dios. Amén".
Esta fue la primera vez que como Papa, Benedicto XVI presidió el tradicional y multitudinario Vía Crucis. El Santo Padre estuvo vestido con una esclavina y capa roja y portó la cruz en la primera y última estación.
Las meditaciones y oraciones del Arzobispo Comastri se encuentran en http://www.aciprensa.com/Semanasanta/viacrucis06.htm