En una emotiva Celebración Eucarística con los 15 nuevos Cardenales, el Papa Benedicto XVI meditó sobre la relación entre la Iglesia y María, recordando que en la Anunciación la Alianza entre Dios y la humanidad ha sido sellada en modo perfecto.
En la Solemnidad de la Anunciación del Señor, el Santo Padre se dirigió a los nuevos Cardenales y llamándolos “senado del Sucesor de Pedro” e hizo hincapié en el modo en que “resalta el principio petrino de la Iglesia, a la luz del otro principio, el mariano, que es aún más originario y fundamental”.
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“Todo en la Iglesia, cada institución y ministerio, también aquel de Pedro y de sus sucesores, está comprendido bajo el manto de la Virgen, en el espacio pleno de gracia de su ‘sí’ a la volunta de Dios”, dijo el Pontífice.
Seguidamente explicó como “el ícono de la Anunciación nos hace percibir con claridad cómo todo en la Iglesia se remonta a aquel momento, a aquel misterio de acogida del Verbo divino, donde, por obra del Espíritu Santo, la Alianza entre Dios y la humanidad ha sido sellada en modo perfecto”.
Profundizando sobre la relación entre María y la Iglesia agregó que “se trata de una unión que en todos nosotros tiene naturalmente una fuerte resonancia afectiva, pero que tiene ante todo un valor objetivo. Entre María y la Iglesia existe una connaturalidad que el Concilio Vaticano II ha subrayado fuertemente con la feliz opción de colocar el tratado sobre la Santa Virgen como conclusión de la Constitución sobre la Iglesia, la Lumen gentium”.
El Pontífice explicó luego que en el anillo entregado a los Cardenales hoy, podemos encontrar la relación entre el principio petrino y mariano, y refiriéndose a este, hoy entregado a los nuevos Cardenales, dijo que “busca confirmar y reforzar el compromiso, a partir una vez más de un don nupcial, que os recuerda vuestro estar antes que todo íntimamente unidos a Cristo, para cumplir la misión de esposos de la Iglesia”.
“Que el recibir el anillo –prosiguió– sea para vosotros como la renovación de vuestro ‘sí’, el vuestro ‘aquí estoy’, dirigido al mismo tiempo al Señor Jesús, que os ha escogido y constituido, y a su Santa Iglesia, a la que estáis llamados a servir con amor de esposo”.
Asimismo, recordó que María, “quién desde siempre y para siempre es la ‘amada’ del Señor”, “en el ser amada, es plenamente activa, porque acoge con personal disponibilidad la ola del amor de Dios que es derramada sobre ella”.
También se refirió a ella como “discípula perfecta de su Hijo, que en la obediencia al Padre realiza enteramente la propia libertad”.
Al final de su homilía Benedicto XVI, tras recordar que “sólo el Amor permanece en la eternidad”, invitó a todos los presentes a “que todo en vuestra vida sea movido por la caridad y tienda a la caridad”.