Al conmemorarse el Día del Niño por Nacer, el Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, recordó que “al que ha de nacer como fruto de la concepción humana lo llamamos niño; no simplemente feto o embrión”.
Para el Prelado, estos nombres, “que también le caben en el lapso de su desarrollo intrauterino” son también válidos, pero ante todo el no nacido es un niño. “Así lo autorizan, lo sugieren, lo exigen la genética y el derecho. Desde el instante de la concepción es un niño, cuya subjetividad jurídica debe ser reconocida y tutelada”, destacó.
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“El embrión es una realidad existente y viva, distinta de quienes lo han engendrado; puede ser identificado e individualizado como ‘otro’ que sus progenitores y difiere también de cualquier otro embrión. Más aún: es genéticamente igual al niño ya nacido, aunque la diferencia morfológica y orgánica sea impresionante”, precisó Mons. Aguer.
Las técnicas modernas, como la ecografía tridimensional, señaló el Arzobispo, permiten seguir visiblemente aquel misterioso “ser formado en lo secreto” a lo largo de su evolución de nueve meses, incluso “se puede registrar la reacción de terror, de dolor, y el grito silencioso del que es asesinado en el seno de su madre”, advirtió haciendo alusión al aborto.
Estos datos, prosiguió, invitan a dirigir la atención al niño por nacer como sujeto, como persona, como hijo. “No es un mero producto que pueda ser descartado si no gusta, de acuerdo a las nuevas manías eugenésicas, o porque resulta de un ‘embarazo no deseado’” advirtió, ni puede “ser manipulado como un objeto biológico cualquiera para servir a otro fin, por más humanitario que se quiera; él es un fin, término de la acción creadora y el amor de Dios”, añadió.