El Profesor Dalton Luiz De Paula Ramos, miembro de la Pontificia Academia para la Vida, publicó importantes aclaraciones y consideraciones respecto a la decisión del Supremo Tribunal Federal de permitir el aborto de bebés anencefálicos en el Brasil.
A partir de dos preguntas frecuentes al respecto De Paula Ramos, también profesor de bioética en la Universidad de São Paulo, precisó algunos claros argumentos para defender el derecho a la vida de los bebés que padecen anencefalia.
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Los bebés con diagnóstico de anencefalia, ¿Acaso no están ya muertos?
“Ciertamente no están muertos”, respondió el catedrático. “Algunos presentan mayor comprometimiento de estructuras neurológicas que otros. Dos de tres entre los recién nacidos anencefálicos nacen vivos, de estos, cerca de 98 por ciento muere aún en la primera semana, mientras que otros pueden llegar a sobrevivir hasta 3 meses. Existen historias clínicas que hablan de niños que sobrevivieron hasta un año sin el auxilio de respiración artificial., pero no se debe pensar que esa malformación tenga una única característica o sea rigurosamente definible”, explicó.
“El propio diagnóstico de ‘muerte cerebral’ –continuó– presenta grandes dificultades técnicas debido al conocimiento aún imperfecto que se tiene respecto a la neurofisiología neonatal. El Comité Nacional de Bioética italiano, manifestándose sobre la evaluación de las capacidades del recién nacido anencefálico, admite que la neuroplastividad del tronco podría ser suficiente para garantizar al anencefálico, por lo menos en las formas menos graves, una cierta posibilidad primitiva de conciencia. Debería por lo tanto, ser rechazado el argumento de que el anencéfalo, en tanto privado de los hemisferios cerebrales, no está en condiciones de tener conciencia y experimentar sufrimientos”.
¿Y el sufrimiento de los padres no se abreviaría teniendo en cuenta que inclusive llegando la gestación a término, al final la superviviencia del bebé será muy corta?
“El diagnóstico por exámenes sorológicos y ultrasonografía –prosiguió el catedrático– se hace muchas veces antes de la vigésima semana de gestación, por lo que a pesar de una expectativa de vida reducida, no siempre es posible, en el caso de los anencefálicos, definir la eminencia del óbito y la duración de la vida depende mucho de los tratamientos intensivos que se le presten”. “Se trata de una situación que reviste una gran dramaticidad, como la de tantas otras situaciones clínicas, como por ejemplo, la de los llamados ‘pacientes terminales’, donde la probabilidad de muerte es grande”, añadió.
“Esta situación exige más bien una atención especial de parte de todos para con los padres –insistió– que necesitan de amparo no solo en el aspecto psicológico, sino también espiritual. Tenemos que ser realistas y admitir que es una situación que va a exigir un esfuerzo de caridad, no solo de las personas mas directamente involucradas, como los padres, sino también de todos los que están alrededor suyo”. “Enfrentar esta situación dramática es para muchos difícil y trabajoso. Aquellos padres muchas veces se verán solos, debilitados por el sufrimientos, pues el sufrimiento en soledad debilita a la persona y se pueden dejar llevar por supuestas soluciones inmediatas, sin percibir sus implicancias”, agregó.
De Paula Ramos precisó que “en este sentido algunas personas proponen la ‘interrupción del embarazo’ eufemismo para proponer claramente provocar el aborto. Así, buscando una solución para el sufrimiento, para el dramatismo inherente a esta situación, el aborto se presenta como una solución trágica. No se puede tratar de resolver lo dramático con lo trágico. En lo dramático existe la posibilidad de lo positivo, en lo trágico solo la destrucción”.
“No seamos ingenuos. Algunos invierten en crear una mentalidad que torne aceptables, naturales, normales tales situaciones de aborto. La situación de los bebés anencefálicos es apenas un trampolín para el aborto, y no existe aborto limpio, es en su esencia y sus consecuencias algo hediondo, porque solo destruye” sentenció el Profesor.