Mons. Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal, junto al presbiterio de su diócesis dieron a conocer el pasado domingo una carta pastoral en la que llaman a los fieles a defender y promover el derecho a la vida, vulnerado por la pérdida del sentido del pecado.
La carta, titulada “Anunciamos el Evangelio de la Vida”, afirma que “hemos venido viendo como en los últimos tiempos cómo ha ido aumentando el menosprecio por la vida humana. Son variadas las formas en que se está atacando la vida de los hombres y mujeres del Táchira: desde el aborto hasta el sicariato, pasando por diversos tipos de violencia”.
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“Se está dando un crecimiento de actos delictivos”, advierte el documento; que denuncia también el aborto clandestino. “Generalmente se culpabiliza de manera exclusiva a la mujer que lo practica, pero tan culpables o más son los médicos y personal sanitario que lo promueven y realizan haciendo de él un negocio que les da enormes ganancias. De igual manera, no pocas mujeres son presionadas para que aborten, apelando a la dignidad del padre de la criatura (muchas veces casado con otra mujer): quienes así actúan también son responsables de la muerte de un inocente. Quien asesina a un ser humano indefenso en el vientre materno no puede decir que es una persona normal sino más bien un cobarde que se cree dueño de la existencia del niño”.
“Otra forma de atentar contra la vida humana y la dignidad de la persona es el secuestro. Ninguna razón –política, social, económica o religiosa– justifica tal práctica”, escribe también Mons. Moronta y los presbíteros de la diócesis; quienes piden “estar atentos frente a una anti-cultura de la muerte que se propicia con la transmisión de programas inmorales, violentos y de menosprecio de los seres humanos. Los medios de comunicación social tienen una gran responsabilidad si su programación, lejos de proponer los valores fundamentales de la vida humana, propician todo lo contrario, haciendo ver quizás que se es más hombre o más mujer en la medida que se identifiquen con los ejemplos negativos que propician”.
“Toda persona humana es imagen y semejanza de Dios –dice la carta pastoral– y acá se enraíza la razón de ser de su dignidad. A la vez, poseen unos derechos inalienables que deben ser respetados. El derecho a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte es el fundamental y de donde se desprenden los demás derechos humanos. Nadie es dueño de ese derecho, ni lo puede manipular a su antojo y, mucho menos, prescindir de él. Todos nosotros hemos recibido el llamado a la vida por parte de Dios a través de nuestros padres. De allí que cada ser humano tenga la tremenda responsabilidad de cuidar, proteger y hacer respetar la propia vida y la de los demás”.
El documento reconoce además que la Constitución venezolana “así como las demás leyes de la República, ponen su centro en el derecho a la vida. Este es fundamental e irrenunciable. Es un deber ciudadano el respetar la vida humana en todas sus manifestaciones. Los órganos del Estado, los diversos Poderes y todas las instituciones de la sociedad civil deben tener muy clara la centralidad de la persona humana, así como sus derechos, la dignidad de su vida y la defensa de su existencia”.
El Obispo y los presbíteros de San Cristóbal subrayan además que “es necesario que luchemos contra la falta de sentido del pecado. Ésta es quizás una de las mayores causas que ha generado la violencia, la delincuencia, el irrespeto de la dignidad humana en nuestro país y en el mundo entero. Cuando se pierde el temor de Dios y no se considera pecado el asesinato y el secuestro (porque resultan normales en la sociedad) o se le minimiza su importancia, entonces es fácil que sucedan todas situaciones que hemos mencionado y que nos preocupan”.
“De allí –continúa el texto– la urgente necesidad no sólo de evangelizar y enseñar la doctrina sobre el pecado, sino invitar y ayudar a que todos alcancen la conversión del corazón. El pecador puede y debe convertirse”.
“Nadie está exento de este compromiso por la defensa de la vida. Todos y cada uno de nosotros tenemos nuestra cuota de responsabilidad y de compromiso en lo que apunte al crecimiento, fortalecimiento y defensa de la vida”, agrega la carta pastoral; que concluye: “Quien asesina, secuestra e irrespeta la vida, él mismo se ha excomulgado pues ha roto la amistad con Dios y la unidad con los hermanos. En el nombre de Dios, les pedimos que respeten la vida de los demás”.