El Arzobispo de Mendoza, Mons. José María Arancibia, advirtió que “una de las deformaciones más peligrosas de la religión es el moralismo”, porque reduce la fe a ‘portarse bien’ y a ‘cumplir’ determinadas normas.
“Suele tener además –explicó– un aliado implacable: el sentimiento de culpa. Uno debe portarse bien, y tiene que hacerlo, para no sentirse mal”. El Prelado insistió en que “el moralismo deforma la religión porque seca su verdadera fuente: la experiencia de estar cara a cara con el Dios vivo”.
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Tras recordar que el Papa subraya que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona; Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios Viviente”, consideró que la Cuaresma puede ser “una invitación a ir más allá del mero cumplimiento formal de normas y preceptos. En otras palabras: la posibilidad de volver a la fuente misma de la fe”.
El Arzobispo de Mendoza precisó que “la conversión es precisamente uno de los valores centrales del tiempo cuaresmal”, y que ésta significa “cambio de mentalidad, transformación interior. No se trata de un mero cambio de conductas, es algo mucho más hondo y decisivo”.
Luego de afirmar que “a un mundo mejor se contribuye solamente haciendo el bien ahora y en primera persona”, Mons. Arancibia dijo que “la Cuaresma es una oportunidad para purificar nuestra mirada sobre la realidad humana”, porque “el interés, el egoísmo o la búsqueda desenfocada de poder, de bienestar o de sí mismo, pueden oscurecer la percepción correcta de la verdad, especialmente la orientación fundamental de la vida”.