Un significativo número de diputados, políticos e intelectuales italianos, encabezados por el Presidente del Senado, Marcello Pera, y entre los que destaca el Ministro de Bienes Culturales de Italia, Rocco Buttiglione, han presentado un manifiesto en el que atribuyen el desconcierto y temor actuales de Europa frente al fundamentalismo y el terrorismo islámico a una “crisis moral y espiritual” que no le permite encontrar “el coraje para reaccionar”.
El documento, titulado “Por Occidente, fuerza de civilización”, ha sido promovido por más de 70 personajes del ámbito político, sindical, parlamentario, universitario e intelectual de Italia.
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El texto comienza afirmando que “Occidente está en crisis. Atacado desde fuera por el fundamentalismo y por el terrorismo islámico, es incapaz de responder al desafío. Minado su interior por una crisis moral y espiritual, no encuentra el coraje para reaccionar. Nos sentimos culpables de nuestro bienestar, sentimos vergüenza de nuestras tradiciones, consideramos el terrorismo como una reacción a nuestros errores. El terrorismo, en cambio, es una agresión directa a nuestra civilización y a la humanidad entera”.
“Europa está enferma. Continúa la pérdida de natalidad, competitividad, unidad y de acción en el escenario internacional”, dice el texto presentado en la Asociación de Prensa Extranjera en Roma. “Esconde y niega la propia identidad y así fracasa en el intento de darse una legítima constitución de los ciudadanos. Determina una fractura con los Estados Unidos y hace del antiamericanismo una bandera”, prosigue.
Tras recordar que Benedicto XVI afirmó que hoy “Occidente ya no se ama más a si mismo”, el manifiesto propone para superar esta crisis “más empeño y más coraje sobre el tema de nuestra civilización”.
El documento reafirma el valor de la civilización occidental como “fuente de principios universales e irrenunciables, contrastando, en nombre de una común tradición histórica y cultural, la tentación de hoy de construir una Europa alternativa o contrapuesta a los Estados Unidos” y, al referirse a Europa, los propulsores del texto propugnan la refundación de un nuevo europeísmo inspirado en “los padres fundadores de la unidad europea”.
Tras abogar por la promoción de la integración de los inmigrantes en nombre del compartir de “los valores y de los principios de nuestra Constitución”, el texto defiende el derecho a la vida, “desde su concepción hasta su muerte natural” y el valor de la familia como “sociedad natural fundada sobre el matrimonio, que debe ser protegida y diferenciada de cualquier otra forma de unión o vínculo”.
Los firmantes confirman la distinción entre Estado e Iglesia, “sin ceder a la tentación laicista de relegar la dimensión religiosa solamente a la esfera de lo privado”.