El Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, Mons. Fernando Sebastián Aguilar, comentó la primera encíclica del Papa Benedicto XVI, “Deus caritas est”, y señaló que “en un momento de profunda crisis religiosa, cuando muchos cristianos han perdido la confianza en su fe, el Santo Padre nos invita a redescubrir lo más original, lo más auténtico y lo más gratificante del cristianismo”.
Mons. Sebastián Aguilar recordó que “nuestra fe no es una posibilidad entre otras muchas, sino la manifestación de la hondura última y común de la existencia humana: Dios es amor creador y amor salvador, este amor universal se nos ha manifestado históricamente en Jesucristo, desde entonces la última verdad de nuestra existencia humana consiste en la aceptación de este amor con una respuesta de agradecimiento, de adoración y de obediencia”.
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Más adelante, el Prelado explicó que “el Papa esboza magistralmente un análisis del amor humano, desde el amor humano hasta el amor místico, ofreciéndonos una visión admirable de la antropología cristiana y de la fuerza humanizadora de nuestra fe. Al leer estas páginas muchos cristianos volverán a sentir alegría y satisfacción por el hecho de serlo”.
Mons. Sebastián Aguilar recordó que “poner la mirada en el cuerpo de Cristo colgado de la cruz nos permite comprender el verdadero sentido del amor de Dios y de nuestra esperanza de vida. Quien se acerca a Dios, quien se ve en Cristo, se abre a un amor universal. Acercarnos a Dios nos acerca entre nosotros y nos hace realmente prójimos y hermanos.
El Arzobispo de Pamplona explicó luego que “la Iglesia es la familia de Dios en el mundo. De la Iglesia nació, desde el principio, como algo esencial, el servicio de la caridad, el servicio de un amor directo y concreto, capaz de animar y transformar la vida política sin confundirse con ella ni perder su propia originalidad”.
Asimismo, recordó que “en las mejores circunstancias sociales y políticas siempre será necesario el servicio de un amor directo, concreto, generoso y gratuito. Para ser felices no basta la justicia ni son suficientes los bienes materiales. El hombre necesita humanidad, amor gratuito, cercanía entrañable. Este es el amor que la Iglesia, por don de Dios, puede y debe ofrecer más allá de cualquier frontera”.