El Papa Benedicto XVI recibió hoy a numerosos jóvenes en la Basílica Vaticana y seguidamente se dirigió al Aula Pablo VI donde recordó que el amor de Dios es fuente de alegría y los elegidos de Dios son aquellos puros y simples de corazón.
El Santo Padre recibió en la Basílica de San Pedro a un numeroso grupo de estudiantes italianos y miembros de la familia religiosa Frères de Saint Jean, a quienes invitó a tener presente que “es el amor de Dios la fuente y el motivo de nuestra verdadera alegría” y “comprender y acoger este Amor que cambia la vida y os hace testimonios creíbles del Evangelio”.
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En el Aula Pablo VI, ante miles de peregrinos, el Papa meditó sobre el “Magnificat”, terminando de este modo el ciclo de catequesis sobre los Salmos y los Cánticos, iniciado por el Papa Juan Pablo II en abril del 2001.
Tras recordar a su predecesor como alguien “inolvidable” hizo notar cómo el Magnificat “es un canto que revela la espiritualidad de los anawim bíblicos, es decir, de aquellos fieles que se reconocen pobres no solo en el desapego de toda idolatría de la riqueza y del poder, sino también en la profunda humildad del corazón, desnudo de la tentación de orgullo, abierto a la interrupción de la gracia salvadora divina”.
Refiriéndose al primer movimiento dijo que “es una suerte de voz solista que se eleva hacia el cielo para alcanzar al Señor. El alma de la oración es, entonces, la celebración de la gracia divina que ha interrumpido en el corazón y en la existencia de Maria, haciéndola Madre del Señor”.
“Este testimonio personal –continuó el Pontífice– no es solitario e intimístico, porque la Virgen Madre es conciente de tener una misión por cumplir para la humanidad y su recorrido se inserta en el interior de la historia de la salvación”.
Seguidamente hizo mención al segundo movimiento, “poético y espiritual”, que “tiene una tonalidad más coral, como si a la voz de María se asocia aquella de la entera comunidad de los fieles que celebran las opciones fundamentales de Dios”.
Asimismo hizo notar como el proyecto de Dios “es frecuentemente escondido bajo el terreno opaco de los aconteceres humanos que ven triunfar a los ‘soberbios, a los potentes y a los ricos’. Sin embargo su fuerza secreta está destinada a revelarse para mostrar quienes son los verdaderos electos de Dios… la comunidad del pueblo de Dios que, como María, está constituida por aquellos que son ‘pobres’, puros y simples de corazón”.
Citando a San Ambrosio, el Papa Benedicto XVI dijo: “que en cada uno sea el alma de María a magnificar al Señor, que en cada uno sea el espíritu de María a exultar en Dios. El alma de Maria magnifica al Señor, y su espíritu exulta en Dios, porque, consagrada con el alma y con el espíritu al Padre y al Hijo, ella adora con devoto afecto un solo Dios, del cual todo proviene, y a un solo Señor, en virtud del cual existen todas las cosas”.
Terminada la catequesis y las respectivas traducciones el Santo Padre entonó el Pater Noster e impartió su Bendición Apostólica.