El Papa Benedicto XVI recibió hoy en el Aula Pablo VI a más de ocho mil fieles y peregrinos llegados de todo el mundo; y meditando el salmo 144 recordó que la realeza divina no es altanera, sino que se manifiesta en su relación con los más frágiles e indefensos.
Al iniciar su catequesis en el marco de la Audiencia General, el Santo Padre describió al Señor como un “rey amoroso y atento a sus criaturas” y apuntó que el salmista “dirige su atención al amor que el Señor reserva en modo particular para el pobre y el débil”.
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"La realeza divina no es, por tanto, desasida y altanera, como puede suceder a veces en el ejercicio del poder humano. Dios expresa su realeza al inclinarse ante las criaturas más frágiles e indefensas”, dijo.
Más adelante, el Pontífice se refirió a la paternidad divina, recordando que “Dios es antes que todo un padre que ‘sostiene a aquellos que vacilan’ y levanta a aquellos que han caído en el polvo de la humillación”.
Asimismo, hizo notar que el salmo expresa “dos cualidades divinas por excelencia: la justicia y la santidad”, e hizo referencia a dos “adjetivos típicos para ilustrar la alianza entre Dios y su pueblo: saddiq y hasid. Estos expresan la justicia que quiere salvar y liberar del mal y la fidelidad que es signo de la grandeza amorosa del Señor”.
El Pontífice continuó su catequesis indicando que “la última palabra del salmista es una invitación a alabar y bendecir al Señor y su nombre, es decir, a su persona viviente y santa que obra y salva en el mundo y en la historia”.
Concluyendo su reflexión, el Papa citó a Barsanufio de Gaza, asceta del siglo VI, que le dijo a uno que buscaba las causas de sus tentaciones: “no temas nada de las tentaciones que surgen contra ti para probarte, porque el Señor no te deja presa de éstas. Entonces, cuando tengas una de estas tentaciones, no te canses escrutando de qué se trata, sino que grita el nombre de Jesús. Él te escuchará porque está cerca de quienes lo invocan”.
Tras el resumen de la catequesis en diversas lenguas, el Papa saludó a los grupos de peregrinos presentes, entonó el Pater Noster e impartió la Bendición Apostólica.